Cada vez queda más claro que no hay soluciones exclusivamente tecnológicas para los grandes problemas que enfrentamos. A quienes esperábamos que la ciencia convirtiera el universo virtual en un nuevo foro en el que se iba a desarrollar una democracia 2.0, también nos está quedando claro que la hiper abundancia de información ha redundado en empacho de manipulación y propaganda, y ayuno de información y diálogo.
El incremento de la información y la velocidad de difusión de las novedades no han resultado en ventajas para los ciudadanos. Por contraste, se han vuelto vehículos privilegiados para algunos maestros del engaño que difunden sus bulos en redes sociales, medios de comunicación tradicionales y cualquier instrumento a su alcance; para crear nuevas “realidades” que tragan sin rechistar las grandes mayorías.
Les favorece que cuando la gente se viene a dar cuenta de que ha sido engañada, los temas en discusión ya son otros, y los tópicos que sirvieron para manipular y dejar sentadas realidades-fachada, han quedado tan fuertemente asentados, cuanto mejor se ha vendido un mensaje de espejitos y cuentas de colores, a cambio de obtener los votos que colocan a los gobernantes en su pedestal… desde el que dirigen la opinión del público y nos hacen creer lo que ellos quieren que creamos. Y vuelta a empezar.
En una democracia madura, los medios de comunicación son los vehículos para que la información verdadera llegue al gran público, con el objetivo de que la gente analice y pondere los datos, y tome decisiones meditadas. En la democracia de las redes todo va tan rápido, todo se presenta de manera tan sesgada, que es prácticamente imposible contar con el tiempo y la información necesaria para saber qué está pasando.
Si alguien osa ir en contra del mainstream informativo oficial, primero se azuza a la jauría de troles para que ataquen, desvíen el tema, insulten, inventen… todo menos responder con razones y argumentos; y después los que mueven los hilos “crean” realidades alternativas que, como densas cortinas de humo, son utilísimas para tapar lo que no interesa que se sepa, se diga o se comente.
No importa la verdad, interesa más tener bien alimentado el morboso afán de novedades de la gente, satisfechas las camarillas de ofendidos, cebados los ejércitos de sumisos, y entretenidas las mayorías.
Los Estados generan volúmenes enormes de información, datos que se vacían en las redes sociales de acuerdo al criterio de unos pocos, y que crean una “opinión pública” a partir de decisiones privadas. Es tanto el volumen y la velocidad con que se generan las “noticias”, que a los medios de información privados: radio, prensa y televisión, no les queda otra opción más que convertirse en cajas de resonancia de lo que se produce desde la central de información gubernamental.
Como ha escrito alguien, “Internet es una gran trituradora de intermediaciones. Ninguna organización queda al margen de esa amenaza”; y, precisamente por eso, es clave comprender cómo “pasa” lo que “pasa”. Lo tienen que entender las empresas, los partidos políticos, las instituciones de todo tipo… lo tienen que vislumbrar porque se juega su futuro en ello. Lo captan muy bien movimientos como el “black lives matter”, “me too”, o los políticos que se han hecho con el poder por medio del caballo de Troya de la información a voleo esparcida a velocidades vertiginosas.
El mismo analista citado continúa: “La gran paradoja de la hiper conectividad es que las mismas herramientas que facilitan el empoderamiento de los ciudadanos para hacer escuchar su voz, también pueden ser utilizadas por los tiranos y los populistas para extender la demagogia y la mentira”. Y así, Internet, los teléfonos inteligentes y todo lo relacionado, han cambiado la escala de la comunicación pública, y han rediseñado las interacciones entre el poder, los medios y la gente.
Ingeniero/@carlosmayorare