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IA: ¿Para haraganes o empoderados?

La inteligencia artificial puede ser una herramienta poderosa o una trampa para dejar de pensar. Todo depende de cómo la uses.

Por Mirella Schoenenberg de Wollants
Nutrióloga y abogada

-¡Profe! ¿Puedo usar ChatGPT para hacer mi tarea?

-¿Y vas a pensar o solo vas a copiar y pegar?

La pregunta cayó en plena clase de “Comunicación” en una escuela pública de San Salvador. Los murmullos no se hicieron esperar. Algunos estudiantes celebraron la astucia del compañero; otros negaban con la cabeza. La docente, acostumbrada a estos dilemas modernos, respiró hondo antes de responder.

-Mirá, la inteligencia artificial puede ser una herramienta poderosa o una trampa para dejar de pensar. Todo depende de cómo la uses.

En El Salvador, donde muchas escuelas apenas cuentan con libros actualizados y donde no todos los hogares tienen acceso a bibliotecas o internet estable, el debate sobre el uso de la inteligencia artificial (IA) en la educación se vuelve especialmente complejo.

Mientras algunos docentes y padres temen que herramientas como ChatGPT, Grammarlyo los traductores automáticos conviertan a los estudiantes en haraganes o dependientes de la tecnología, otros - como esta profesora - ven una oportunidad.

- Yo no tengo cómo comprarle todos los libros a mi hija - explica Ana, madre soltera de una joven de bachillerato en Usulután - pero ella encontró en la IA una forma de investigar, de escribir mejor. Me parece justo.

Organismos internacionales que estudian la educación, como la UNESCO o la OCDE, no condenan el uso de la IA; más bien piden que se la integre con responsabilidad. Según ellos los beneficios potenciales son grandes: 1) Acceso al conocimiento: para toda la gente, incluyendo estudiantes de zonas rurales o familias sin recursos, con una ventana a información mundial. 2) Aprendizaje personalizado: puede ayudar a quienes tienen dificultades en ciertas materias, ajustándose a su ritmo. 3) Corrección de textos: quienes no pueden pagar editores o profesores particulares reciben retroalimentación inmediata.

Sin embargo, también advierten sobre los riesgos: 1) Si se usa sin criterio, fomenta el “copiar y pegar”. 2) Puede reforzar la desigualdad si solo algunos estudiantes tienen acceso. 3) No reemplaza la guía de un docente ni el pensamiento crítico.

De regreso al aula, la profesora decidió no prohibir el uso de IA, pero sí ponerle condiciones: - Ustedes pueden usar ChatGPT– dijo-, pero deben citarlo como fuente y explicar en clase lo que aprendieron con él. Si no lo entienden, la nota baja.

Y entonces surgió una conversación valiosa entre ella y sus estudiantes: - ¿Y si ya todo lo hace la inteligencia artificial? - preguntó otro alumno, curioso -. ¿Para qué estudiar?

- Porque saber no es solo repetir datos  -respondió ella-. Estudiar es aprender a pensar, a dudar, a hacer preguntas propias. La IA puede ayudarte, pero no te va a enseñar a ser crítico ni a luchar por tu futuro.

Silencio. Algunos bajaron la mirada. Otros asintieron.

En vez de prohibir, muchos expertos salvadoreños y latinoamericanos coinciden en que hay que enseñar a usar la IA con criterio.La IA puede ser una brújula, pero el estudiante debe aprender a leer el mapa. Eso implica: 1) Saber verificar información, pues IA podría contener errores. 2) Formular preguntas propias. 3) Usar la herramienta como guía, no como sustituto del esfuerzo.

“Quien copia de la IA sin entender, se empobrece. Quien la consulta para aprender, se enriquece.”

En un país como El Salvador, donde muchos jóvenes abandonan la escuela para trabajar, migrar o ayudar en casa, la IA puede ser una aliada poderosa para quienes tienen deseos de superarse, pero no medios. La IA no reemplaza a los libros, ni a los docentes, ni al pensamiento humano. Pero, usada con responsabilidad, puede ser el lápiz más afilado de nuestra generación.

Una semana después, la profesora les pidió a sus alumnos un ensayo sobre la migración salvadoreña. Algunos usaron IA para investigar, otros para estructurar ideas, y uno se atrevió a escribirlo a mano, sin tecnología. Cuando le preguntaron por qué, el chico sonrió:

—Porque esta vez quería ver qué tan lejos llegaban solo mis palabras.

La clase aplaudió. La profesora también.

Porque al final, la educación no se trata de elegir entre cerebro o máquina. Se trata de aprender a usarlos juntos, con conciencia y ética. ¡Hasta la próxima!

Médica, Nutrióloga y Abogada

Mirellawollants2014@gmail.com

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Inteligencia Artificial Opinión

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