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Más Platón y menos IA…

Si la prudencia es la virtud que dispone a la persona para discernir su verdadero bien en unas circunstancias dadas, y por lo mismo le muestra las acciones necesarias y el modo de realizarlas, resulta imprescindible para esta encrucijada "tecnológica" en la que la IA nos coloca. 

Por Carlos Mayora Re
Ingeniero @carlosmayorare

De poco serviría aclarar que la Inteligencia Artificial no es ninguna novedad… y no serviría -sencillamente- porque está de moda, y ya se sabe: lo que está de moda pocas veces se cuestiona. Y menos todavía si uno se entera que a Geoff Hinton, el llamado "padrino de la IA" le acaban de dar el premio Nobel. 

Lo cierto es que la utilización y desarrollo de la IA presenta desafíos (beneficios y amenazas) en áreas clave, como por ejemplo el modo en que comprendemos el sentido de la vida, la manera en que percibimos la realidad que nos rodea, el desarrollo equilibrado de todas las facetas de cada persona, etc. 

Sí hay consenso sobre que no se puede permanecer pasivo ante la irrupción de estos sistemas que funcionan con la recolección masiva de datos, y que de alguna forma parangonan la inteligencia humana, pero, ¡ojo!, de eso a que la sustituyan aún queda tiempo. No está de más recordar que detrás de cualquier IA hay siempre una IN (inteligencia natural…) humana, libre, educada y -ojalá fuera siempre así- solidaria.  Andrew Yan-Tak Ng, científico informático y empresario tecnológico cuyos intereses se centran en el aprendizaje automático de las máquinas, advierte que "el impacto de la IA en la sociedad será profundo… los sistemas de IA podrán hacer algunas cosas mejor, más rápido, y más barato que los humanos. Sin embargo, siempre habrá muchas tareas que los humanos pueden hacer y que los sistemas de IA aún no pueden realizar, y nosotros somos quienes debemos asegurarnos de que esas capacidades únicas sean, en primer lugar, reconocidas, y en segundo puesto, valoradas". 

Por su parte, Timnit Gebru, nacido en Etiopía y científico informático también, nos dice que "si no lo hacemos bien, la IA magnificará lo peor de la humanidad. Si se usa con prudencia, podría hacernos mejores que lo que nunca hemos sido". Pienso que da en el clavo: lo primordial de todo esto, no es solo el balance entre beneficios/riesgos, sino el modo como nos relacionamos con la IA… que es, precisamente, a través de la prudencia. Una virtud, una actitud constante, por la que identificamos los mejores medios para lograr los resultados propuestos, en unas circunstancias dadas, al mejor costo y con el menor riesgo, y de acuerdo con las propias capacidades.

La palabra prudencia proviene del latín "provideo", que significa ver de una manera que va más allá del simple observar. Algo así como ver mejor o ver desde más lejos. Un ver que trasciende el hecho de contemplar los peligros presentes y futuros, porque también hace que la persona prudente pueda ver los beneficios que sus acciones y la utilización de los medios disponibles, así como sus decisiones, pueden procurarle. Por ello la prudencia (la frónesis de Platón) se ha definido también como el "arte de vivir", como la virtud por excelencia del gobernante y, por supuesto, del empresario.

Por ello, si la prudencia es la virtud que dispone a la persona para discernir su verdadero bien en unas circunstancias dadas, y por lo mismo le muestra las acciones necesarias y el modo de realizarlas, resulta imprescindible para esta encrucijada "tecnológica" en la que la IA nos coloca. 

Referirse solamente a la IA desde los peligros: desplazamiento de empleos, sesgo y discriminación en el tratamiento de las personas, violación a la privacidad, desarrollo de armas nunca vistas, desinformación, dependencia tecnológica de las sociedades, y un enorme etcétera. Simple y llanamente, no es prudente. Como tampoco lo es cargar la mano en sus beneficios y pensar que de su mano hemos llegado ya al "cielo nuevo y a la tierra nueva" prometidos. 

Ingeniero/@carlosmayorare

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