El 29 de marzo de 1995 decidí donar un riñón a uno de mis primos bien primos. ¿Y se preguntan por qué? Porque nació de una tía y un tío. Ya grandes nos enteramos de ese enredo familiar o mas bien una melcocha familiar.
En ese tiempo yo vivía en Estados Unidos y venía a San Salvador cada seis meses. En una de esas visitas me di cuenta por mi hermano de lo ocurrido con mi primo; y mi primera reacción fue dirigirme a Jucurán a buscar otro primo para realizar el trasplante, pero como la información era tan limitada mi familiar decidió no hacerlo.
Fue así como decidí someterme al proceso un 5 de enero, cuando fui invitada a una celebración del Día del Receptor, y me encontré con el actual cardenal Gregorio Rosa Chávez, quien en esos años era un sacerdote de la iglesia San Francisco. Recuerdo en esa homilía la historia del bambú, y llamó mi atención luego de escuchar el testimonio de dos hermanos que eran enemigos y cuando la hermana le donó el riñón a su hermano su relación familiar mejoró.
Fue en ese momento en el que tomé un tiempo para informarme dirigiéndome con el Dr. José Benjamín Ruiz Rodas, quien era el nefrólogo de turno y encargado del programa de Trasplante Renal del Seguro Social junto a Mercedes Lara y un selecto grupo de atención en salud, dedicada a esa unidad.
Posterior al inicio del proceso, siempre estuve en libertad a cambiar de decisión. Sin embargo, luego de riguroso y exhaustivo proceso se llegó el día de la cirugía, ya en esos momento mi primo se encontraba en un estado crítico, en el que arrepentirme ya no era una opción.
Gracias a Dios ya era algo escrito en la historia de nuestras vidas y se llevó a cabo la cirugía, saliendo todo bien.
Recuerdo que mi obispo Medardo Gómez fue a verme y me dijo: “Ya me ganaste”. Entonces pregunté ¿por qué? Y me contesto: “Ya te ganaste el cielo porque lo que has hecho no lo hace cualquier débil”.
También llegó mi amigo de República Dominicana y su primera reacción fue: “Mi’ja, yo no haría eso. Mejor me tomaría un millón de pastillas, pero no tengo ese valor”. Grandes amistades se hicieron presentes a visitarme, momentos gratos que jamás olvidaré.
Durante y luego del proceso, conocí muchas personas de todas las edades, que sufrían por realizar un proceso similar; sin embargo, en un país como el nuestro, tiene sus dificultades el realizar un trasplante de riñón. Aparte de los costos económicos, requiere de un protocolo complicado para ser atendido. Lo difícil es que la enfermedad sigue atacando y deteriorando al afectado.
Actualmente es una situación dura porque la insuficiencia renal cada día se registran más casos, la atención especializada es muy poca y quienes más sufren son aquellos que menos recursos económicos tienen para realizarse una diálisis o hemodiálisis. Es difícil ver cuántas personas sufren y otras cuando reciben la ingrata noticia, tienden a abandonarse y mueren en sus casas por la falta de tratamiento.
A lo largo de esta cruzada he conocido a personal de salud que me han comentado el calvario que llevan por una cita para la limpieza de su organismo.