Tomo prestado el título del famoso libro publicado en 2014 por el periodista argentino Andrés Oppenheimer, que disfruté mucho en su momento y considero sigue siendo de actualidad, puesto que hoy día quien no crea, innova, se reinventa, se pone a la altura de los nuevos e inesperados retos (léase pandemia por covid-19), seguramente se encontrará más temprano que tarde, como se suele decir, “fuera de la jugada”.
Esto aplica para la educación, venta de bienes o servicios, gobernar y para oponerse, construir y demoler, en fin, cualquier actividad humana que pretenda no solo mantenerse, sino crecer. Y este tema no pasa por un lado de la realidad que envuelve a las exportaciones, como actividad de producción, de bienes y servicios, que busca encontrar en mercados fuera de nuestras fronteras un mayor número de compradores y con mayor poder adquisitivo, para vender más y mejor, cosa lógica en cualquier escenario, pero más urgente en países que, como el nuestro, son mercados pequeños en sí mismos, con inestabilidad económica y bajo poder adquisitivo.
Pero cuando hablamos de exportar, hay mucho de donde tomar para analizar, y si se toma en un sentido demasiado amplio, se corre el riesgo de parecer inexacto o incluso ser desmentido, por más de alguno que desde su limitado o interesado ángulo, proponga que las cosas no son así y que todo va viento en popa. Por ende, me referiré puntualmente al tema de las exportaciones desde el sector de la industria de alimentos y bebidas, con especial énfasis en la industria local, puesto que las empresas transnacionales afincadas en nuestro territorio tienen y operan con dinámicas muy diferentes.
Nuestra industria de alimentos y bebidas ha encontrado un nicho muy bueno para las exportaciones al mayor mercado a nuestro alcance real, como lo es el de los Estados Unidos de Norteamérica, donde casi 3 millones de compatriotas constituyen el “mercado de la nostalgia” (ese mercado también existe para los diferentes grupos de inmigrantes radicados allá o en otros países), que viene apreciando degustar los sabores que los hacen entrar en contacto con sus recuerdos, con el pasado, que dicho sea de paso, cada vez se va haciendo más lejano y desapareciendo en la bruma de la transculturización.
Se venden decenas de millones de dólares en alimentos y bebidas a los Estados Unidos, principalmente dirigidos a la “diáspora”; sin embargo, dicho mercado no constituye ni el 1% de la población de esa nación, lo cual implica que hay un potencial de más de 300 millones de personas a quienes venderle. Pero mientras nuestros productos se vendan en los supermercados y otros establecimientos, solo en los pasillos étnicos, eso difícilmente pasará.
Se requiere que los productores locales piensen que en ese país hay más que solo hermanos lejanos y se pongan a investigar qué se necesita para poder venderle a esos cientos de millones. Hay que INNOVAR, hay que “salirse de la caja”, porque ese mercado nostálgico ya está siendo invadido por otros países, como México y no tardará en que los chinos también lo hagan.
Ciertamente nuestros productores, esos innovadores en ciernes, necesitan guía y consejo, que no se lo podrán brindar los organismos gubernamentales, porque los gobiernos no saben de hacer negocios. Es importante que, en primer lugar, quieran crecer, si no, paremos de hablar; luego, si la respuesta es positiva, deben aprender a entender al consumidor estadounidense promedio (esto tiene muchas variaciones), porque exportar a Estados Unidos no es solo cumplir los requisitos de FDA y colocar producto en uno o más supermercados, sino vender y volver a generar pedidos, que vayan en incremento. Para eso se necesita una guía, acompañamiento de quienes saben hacer negocios.
Afortunadamente y ante el reto que significa que las exportaciones vengan a la baja, primero en volumen de productos y luego será en volumen monetario, instituciones como la Asociación Salvadoreña de Industriales se presenta con propuestas, tanto para los que ya exportan como para los que lo quieran hacer, pensando en grande, hacia Estados Unidos. Ojalá y los exportadores no se duerman en sus laureles, ni los innovadores dejen de intentarlo.
Y espero poder dedicarle en otro momento, atención a la situación de las exportaciones a Europa, Canadá y otros mercados que tienen diferentes dinámicas.
Médico Nutriólogo y Abogado de la República