Esperábamos con ilusión este 15 de septiembre, después de dos años sin celebraciones por la cuarentena del covid 19, para demostrar nuestro amor a la Patria. Pero la realidad es triste, gracias al gobierno de NI y a las disposiciones de Bukele. Para los profesores fue un baño de agua fría recibir un comunicado del MINED estableciendo que los centros educativos no harán desfiles antes del 15 de septiembre, y los de ese día solo podrán iniciar cuando hubiera concluido el discurso de Bukele. “Nunca antes en la historia de El Salvador un presidente de la República había pedido eso”, manifestó el secretario general de SIMEDUCO. ¿Y la ilusión de los alumnos por desfilar? ¿Y los preparativos de padres de familia y profesores? ¿Y las decoraciones en las escuelas? Nada, hasta que termine la alocución presidencial.
Y se comprendería, si Nayib Bukele fuera un ejemplo edificante de amor a la Patria y que sus palabras ayudarían a aumentar el fervor cívico de los salvadoreños. Pero las experiencias que hemos tenido en sus tres años de mandato no son muy ejemplares. Ha evidenciado un total desconocimiento e irrespeto a la Ley de Símbolos Patrios, cambiando porque le dio la gana nuestro Escudo, suprimiendo la leyenda “República de El Salvador en la América Central” para sustituirla por estrellas. Y los tres discursos de los 15 de septiembre anteriores, lejos de avivar el fervor patrio, han sido motivo de vergüenza para propios y extraños.
En 2019 soldados bien armados representaron una grotesca escena de brutalidad y represión frente a la tarima presidencial. Un ejemplo de los métodos punitivos de los cuerpos de seguridad vigentes. En 2020 frente a Casa Presidencial, con alfombra roja, afirmó que los enemigos de la Patria ya no vienen de fuera, sino de dentro, lo que veladamente legitima el acoso a voces disidentes. Y en 2021, tras una masiva marcha en su contra, acusó al Cuerpo Diplomático, que pacientemente lo escuchaba de pie, de financiar las protestas y amenazando con gas pimienta si la comunidad internacional los seguía financiando.
Con estos antecedentes, ¿qué podemos esperar para este 15 de septiembre? Más alabanzas al fracasado bitcoin, la renovación de 5 mil escuelas, aeropuerto, tren, cárcel, escuela médica y otras tantas promesas que son realidad únicamente en el mundo fantástico del mandatario y sus seguidores, que creen y defienden tanta farsa para poder seguir disfrutando de las mieles del poder. Muchos de ellos han olvidado la Oración a la Bandera y demuestran en los actos públicos desconocer la letra de nuestro Himno Nacional y el respeto que se le debe, porque hablan, se mueven y se toman selfies mientras se cantan sus notas.
Hay una estrofa del Himno que, tal vez por no pensar en su significado, se canta mal: “Desde el día EN QUE su alta bandera, con su sangre escribió LIBERTAD” como si la alta bandera pudiera escribir libertad. Lo correcto es: “Desde el día QUE EN su alta bandera, con su sangre escribió libertad”. Porque es el pueblo, el que en la alta bandera escribió LIBERTAD. La posición de dos palabras cambia totalmente el sentido de la estrofa.
Pero el salvadoreño demostrará una vez más que ama a su Patria, que no lo vencerá el desaliento y la indignación ante tanta falta de patriotismo. Que vuelva a lucir la enseña azul y blanco en edificios, en vitrinas, en los carros y en las casas, en lo alto de las grúas que proclaman que a pesar de tanto intento de destruir a la Patria, seguimos luchando árduamente y trabajando con la ilusión de ver resurgir a El Salvador. Y porque el 15 marchamos, no nos pueden prohibir celebrar.
Maestra.