Nuestra Patria, amada y querida, tiene más de 200 años llenos de historia desde su Independencia. Y aunque unos se debaten entre sí, una historia es más válida que otra, yo quiero tomarme un pequeño espacio para reflexionar lo que ha significado para algunos jóvenes, y para mí, ser salvadoreña en estos últimos meses.
El 15 de septiembre no es el único día para hablar de la Independencia. Todos los salvadoreños conocemos cierta porción de nuestro pasado y nuestro recuerdo colectivo es lo que hace que la historia de nuestro país no pueda ser borrada. Nadie puede borrar las historias que generación tras generación forjaron cada una de nuestras familias, cada una de nuestras comunidades, cada uno de nuestros municipios, departamentos, cada uno de los rincones de nuestro país.
Venimos de un pasado imperfecto, de conquistas, luchas, cafetales, una Prudencia Ayala adelantada a su tiempo, dictaduras, una guerra civil, acuerdos de paz, mejoras y retrocesos. Y ahora, a veces parece que estamos en el limbo.
¿Serán estos los mejores tiempos que vive El Salvador? Honestamente quiero pensar que no. Quiero pensar que cada día que pasa sigue siendo una oportunidad para que el rumbo que lleva el país sea siempre para mejorar. Quitando las peleas, los desacuerdos, los discursos, las nuevas leyes y cualquier altercado en nuestra coyuntura, siempre hay espacio para dejar de lado diferencias y poder unirnos, con pequeñas o grandes acciones, y desde nuestro rinconcito hacer lo mejor que podamos para ver avanzar al país.
A veces resulta más cómodo no pensar en las desigualdades que vive nuestra sociedad. A veces se ve mucho más tentador migrar del país y buscar un mejor futuro fuera. ¿Egoísta? No lo sé. Emigrar no suele ser fácil. Dejamos mucho atrás con la esperanza de un mejor futuro, de mejores oportunidades. Constantemente en mi entorno me han dicho “andate, estás joven, ahorita todavía podés hacer tu vida fuera y ser feliz”. Y sí, quizás. Pero ¿y si no? ¿Y si no quiero alejarme de mi familia y amigos? ¿Y si no quiero darle la espalda a nuestro país?
Tampoco quiero romantizar la idea de pensar que la juventud es el futuro de nuestro país. Porque realmente los jóvenes no solo son futuros tomadores de decisiones, son los que ahora estamos tomando la decisión de luchar ya por el país, irnos o quedarnos esperando que alguien más alce la voz. Y realmente, cualesquiera de esas decisiones son totalmente válidas. Es válido que nos gane el miedo, es válido que pensemos que hay alguien más preparado, es válido que queramos buscar una mejor vida.
¿Y yo qué quiero para El Salvador? Prosperidad. Creo que todos los salvadoreños queremos ver a nuestro país mejorar. Y no, no todo es malo. No, quizás no son los peores tiempos del país, tampoco creo que sean los mejores. Yo quiero vivir en un El Salvador con equidad, con acceso a educación, trabajo y vivienda digna, con planes de prevención de desastres naturales. Quiero un país que camine firme hacia un futuro mejor pero siempre caminando de espaldas viendo hacia el pasado para nunca olvidar de dónde venimos.
¿Y cuál es la verdadera historia del país? Depende, es la que a diario vivimos todos desde nuestros ojos. Yo lo que sí creo que es verdad, es que todos queremos prosperidad para el país. ¿Por qué lo creo? porque como dicen por ahí, es porque amamos a El Salvador.
Comunicadora y fotógrafa profesional