Para los salvadoreños septiembres es azul, y celebramos nuestra independencia indepedientemente del lugar donde nos encontremos, porque es el color de nuestra Bandera. Es azul en Milán, en diferentes ciudades de Estados Unidos, y donde haya una comunidad de salvadoreños, que manifiestan su amor por una Patria lejana, que se vieron obligados a abandonar, pero que llevan dentro del corazón. Hay desfiles con la bandera azul y blanco, el escudo nacional, danzas folklóricas, sones de marimba y las notas de nuestro Himno Nacional, que brota con fervor de tantos corazones, sin faltar la gastronomía local.
Los ciudadanos debemos revivir el azul, pues el bukelismo prefiere el negro, color predominante en el nuevo escudo nacional, adornado con estrellas, y los de los diferentes municipios del país, sin una explicación para el cambio, sino el capricho del gobernante. Pero todavía hay azul en las ventas de banderas en las esquinas, en las páginas de los periódicos, en las casas, y en algunas empresas que así honran a esta bendita tierra. Oficialmente, ya no hay desfiles, ni militares ni escolares, que a los marciales acordes de las bandas llenaban las calles de ciudades y caseríos. Una estrategia oscura de NI para borrar un pasado glorioso para sustituirlo por un presente dudoso, y un futuro negro.
Se ha pretendido borrar la gesta independentista, las figuras de nuestros próceres y artistas, retirando sus estatuas de lugares públicos, se ha demeritado el conflicto armado y pretendido borrar los Acuerdos de Paz, un momento glorioso de reconciliación que fue ejemplo para el mundo. ¿Se cumplirá aquella dura frase del pensador francés: “Quiten a un árbol sus raíces y será juguete de todos los vientos” para así lograr ese nuevo El Salvador regado con dolor y lágrimas?
Pero es imposible quitar del alma salvadoreña, los recuerdos de otros tiempos en que se echaba la casa por la ventana para saludar a la Patria, y tener a su bandera azul y blanco, decorando casas, escuelas, edificios públicos, comercios y en lo alto de las muchas grúas que orgullosamente demostraban el progreso económico que latía entonces en el país. Para niños de parvularia, el desfile en que estrenarían su traje de cachiporrista y luego al crecer formarían parte de una banda, era esperado todo el año, y para los adolescentes participar del desfile con su mejor uniforme, era todo un acontecimiento, así como recitar con todo fervor La Oración a la Bandera.
No olvidamos cuando el Presidente Cristiani, para mantener ese fervor cívico estableció que cada 14 de septiembre, a las cuatro de la tarde, se cantara el Himno Nacional en toda la República. Los escolares salían de sus instituciones para unirse a los empleados públicos e instituciones privadas, que como los soldados en muchos cuarteles, orgullosamente cantaban el Himno. Era un momento de gran emoción, porque en muchas calles, el tráfico se detenía, y las personas salían de sus vehículos para cantar en plena vía, lo que constituía un momento de unión y agradecimiento a una Patria, tan golpeada, pero que entre todos esperábamos reconstruir.
Hoy Nueva Ideas pretende borrar ese septiembre azul, para sustituirlo por un horizonte negro: destrucción del Estado de Derecho, desprecio a la Constitución, un régimen de excepción permanente que ha quitado al ciudadano muchos de sus derechos, un saqueo ingrato de los fondos de los ahorrantes para su jubilación, pésimos servicios de educación y salud, una enorme deuda que pagarán futuras generaciones, y un aumento de la pobreza ante la falta de empleo y de protección al agro. Pero mientras septiembre se vista de azul, tendrán vigencia los versos de Alfredo Espino: “Por qué buscar la dicha en tierras extranjeras/Si tenemos septiembres cuajados de luceros/Si tenemos octubre plagados de ilusiones”.
Dios bendiga a El Salvador y felices Fiestas Patrias para todos.
Maestra.