La brecha salarial (de género) se entiende como la diferencia en la remuneración económica, entre los hombres y las mujeres, al realizar el mismo tipo de tareas en un mismo sector socioeconómico. A pesar de los avances en la participación de mujeres en lo laboral en El Salvador, un estudio presentado por la Fundación Salvadoreña para el Desarrollo Económico y Social (Fusades) ha revelado que en los últimos cinco años el desarrollo profesional de este grupo femenino ha tenido un estancamiento.
Según la última encuesta de Hogares con Propósitos Múltiples (EHPM), para 2021, el salario de las mujeres fue 14.2 % menor en comparación al que recibieron los hombres. Estos últimos ganaron en promedio hasta $379.1; mientras que las mujeres recibieron $325.1, es decir, $54 menos. Según dicho informe, el porcentaje de brecha salarial nacional solo es del 4.6%, cuando la media en el mundo es de 20.5%. Por su parte, en otros países de la región como Argentina, Uruguay y Chile la brecha es de hasta el 25%; y en Perú, de acuerdo con el Instituto Peruano de Economía, la brecha de ingresos laborales entre hombres y mujeres de todo el país se incrementó de 19% en 2020 a 25% en 2021; aun cuando el 16.1% de mujeres peruanas trabajan. Sin embargo, estos son empleos precarios, informales y no remunerados, especialmente en el área rural. Esta situación sucede en menor proporción en El Salvador; pero aun así, es un patrón recurrente en la generalidad de países de América Latina.
Por tanto, entendemos que no es suficiente solo la generación de empleos; la enseñanza que nos da un país como Perú es que tanto la cantidad como la calidad de empleo son relevantes; las tasas de participación más altas no significan que los empleos dignifiquen a la mujer. Las mujeres necesitan trabajos que les garanticen salarios dignos y justos, que les permitan independencia y seguridad económica. El Gobierno y la empresa privada deben de promocionar el empleo femenino y no solo en términos de cantidad, se debe poner especial cuidado en la calidad y debe de ser un objetivo primordial de política de la región y por ende en El Salvador.
La presencia de la igualdad de género en los mercados laborales supone una estrategia de aumento significativo en el desarrollo de Latinoamérica; diversos estudios del Banco Interamericano de Desarrollo demuestran que el PIB latinoamericano podría crecer en más de 2.5 billones de dólares si las brechas de desigualdad entre hombres y mujeres se redujeran. Para menguar esta situación, la preparación profesional es primordial. Sin embargo, el acceso a la educación sigue siendo un reto para las mujeres en El Salvador, principalmente para cursar los niveles de educación media y superior, pues, de las mujeres que ingresan o están en edad de estudiar el nivel superior, se ha demostrado que apenas el 13% logra graduarse. El aumento de las diferencias a nivel educativo entre mujeres y hombres tiene un claro efecto sobre la brecha salarial.
Del mismo modo, otras diferencias estructurales contribuyen a que los salarios sean distintos. Esto se deriva principalmente de los roles de género que aún existen en la sociedad salvadoreña. Mujeres y niñas, por dedicarse al cuidado de la familia y a labores domésticas (actividades que son mal pagadas o, en todo caso, no generan un ingreso en absoluto), se ven forzadas a ocupar lugares en la economía que son menos remunerados. Esto implica una limitante para el desarrollo educativo también.
Según la OIT, el sector de Ciencia, Tecnología, Ingeniería y Matemáticas representa el 4% de los puestos de trabajo en El Salvador, en donde las mujeres participan con el 46%; sin embargo, solo el 24% de las que ingresan a carreras de dicha índole se gradúan y se advierte una necesidad de aumentar la incidencia de las mujeres en el campo científico. Es importante intensificar los esfuerzos por modificar la cultura laboral en este aspecto, para que las niñas que aspiran a desarrollarse en estos rubros puedan ejercer y gozar de una vida profesional justa y plena, pero son precisamente estos espacios los que han resultado más hostiles para el desarrollo integral de las mujeres.
Lo anterior se conecta a otra de las múltiples problemáticas que las mujeres enfrentan en el mundo laboral: ocupar altos rangos dentro de sus trabajos. Estudios de la reconocida profesora de finanzas Kelly Shue han demostrado que el desempeño potencial de una mujer se evalúa diferente, ya que necesitan una calificación superior en el desempeño de la empresa para lograr ascender, mientras que en el caso de los hombres es suficiente con que se les reconozca un “alto potencial”. Por ejemplo, un factor importante que impide que las mujeres asciendan es que constantemente se les juzga por tener un potencial de liderazgo más bajo que el de los hombres; esto es debido a que evaluar el potencial es un factor abstracto y está sujeto a sesgos, es decir, que ciertas características que identifican el potencial como la asertividad, las habilidades de ejecución, el carisma, la ambición y el liderazgo en sí mismo son muy subjetivos y se han asociado estereotípicamente a líderes masculinos.
Pero esta diferenciación no sucede únicamente entre mujeres y hombres, podemos apreciarlo también cuando se trata de diferentes grupos minoritarios. En el mercado laboral, algunos perfiles ocupacionales experimentan discriminación laboral, lo que ocurre cuando poblaciones que difieren de otras por motivos de raza, género, discapacidad, etnia y orientación sexual, presenta tasas de desempleo mayores; por consiguiente, les resulta difícil llegar a cierto nivel en el sector formal, aunque estén calificados para ello, por lo que lógicamente sus salarios tienden a ser bajos.
Las características de una persona no deberían ser motivo de discriminación y/o diferenciación, cada uno debe ser valorado y calificado por el desempeño y compromiso que demuestra en la realización de sus tareas. Obtener la misma remuneración por la misma tarea, requiere un cambio estructural, lo cual no es sencillo. Sin embargo, tampoco es oportuno ignorar el tema; es imprescindible reconocer que existe una diferencia sustancial que, si no se trata, puede crecer incluso más. Debemos ser conscientes de que se trata de una problemática real en nuestra sociedad y que, como futuros profesionales, somos los indicados para mejorarla.
Estudiante de Ciencias Jurídicas
Club de Opinión Política Estudiantil (COPE)