Es un dato histórico comúnmente aceptado que las dos poderosas ideologías, marxismo y nazismo, causaron estragos en la humanidad y llevaron a la muerte a millones de personas.
Ahora nos amenaza una tercera ideología, la ideología del género, que pretende destruir los valores cristianos y los valores occidentales sanamente adquiridos.
Como toda ideología, la del género promete una liberación de la sociedad de supuestas estructuras patriarcales esclavizantes de la mujer con propuestas audaces que esconden daños en gran escala a la sociedad humana.
Tal ideología de género es promovida a escala mundial y alimentada con poderosos recursos económicos. En concreto, Naciones Unidas promueve políticas de reingeniería social a las que los gobiernos nacionales difícilmente se pueden resistir.
Así, tanto la educación pública como los medios de comunicación social se van decantando por la promoción de un nuevo estilo de vida ajeno a los valores humanos tradicionales. Una promoción no propositiva sino coercitiva, que descalifica, aún penalmente, a quienes se resisten.
La Iglesia Católica es vista por los impulsores de la ideología de género como la oposición más fuerte a este proyecto deshumanizador. De allí el enorme esfuerzo por descalificar la tradición cristiana y su visión del ser humano, tachando a todo credo religioso como agentes esclavizantes del ser humano, en particular de la mujer.
Nosotros los creyentes, sobre todo quienes estamos involucrados en la educación de niños y jóvenes, necesitamos comprender a fondo esa poderosa fuerza cultural que trata de imponer un estilo de vida a todas luces aberrante.
Tenemos la obligación moral de luchar con todas nuestras fuerzas para salvar la integridad moral de las nuevas generaciones. Aunque en esa batalla pareciera que nos toca asumir el rol de David frente a Goliat.
Sacerdote salesiano y periodista.