Un relato judío cuenta la historia de Rab Hillel, a quien un romano le pidió que le enseñara toda la Torá (Pentateuco), mientras se sostenía parado en un pie. Solo un genio como Rab Hillel pudo encontrar una respuesta adecuada a tal desafío. Le dijo: “No hagas a tu prójimo lo que no deseas que te hagan a ti. Esto es toda la Torá, el resto son comentarios, ahora ve a estudiar”.
Aquellos hombres y mujeres que formamos parte de una tradición religiosa y trabajamos en el diálogo interreligioso sabemos que explicarle a otro cual es nuestro sistema de creencias de una manera profunda y sincera lleva mucho tiempo. No solamente requiere de nuestro mejor esfuerzo, sino que también es necesaria la predisposición de una contraparte que abracé ese mensaje con cariño y respeto.
En el año 2015, el Secretariado Episcopal de América Central (SEDAC) invitó a una representación del Congreso Judío Latinoamericano a participar en su encuentro anual. Este gesto de apertura se ha repetido muchas veces en los años
subsiguientes, en dicho foro y en cada uno de los países de Centroamérica donde conviven la Iglesia Católica y la comunidad judía.
Lentamente judíos y católicos nos fuimos conociendo y explicando al otro como somos, que pensamos y como vivimos.
El pasado 26 de noviembre, en la Casa de convivencias “Familia de Nazareth” del Camino Neocatecumenal, en El Salvador, escribimos un capítulo más en esta historia de confraternidad. El Rabino Gustavo Kraselnik, de la comunidad
judía panameña; Sylvia L. Freund, Presidente de la Comunidad Israelita de El Salvador; Saul Weisleder, representante de la Comunidad Judía de Costa Rica, y quien suscribe como Director Comunitario de la Comunidad Israelita de El Salvador, tuvimos el honor de participar de la reunión episcopal.
Desde los atentados sufridos por Israel el 7 de octubre de 2023, y la consecuente guerra impuesta que tuvo que librar el estado judío contra las agrupaciones terroristas Hamas y Hezbollah, los judíos del mundo sentimos que el antisemitismo y la persecución han crecido de una forma que nunca ha visto esta generación. Con esos temores e inquietudes, que son parte de lo que somos, nos acercamos para compartirlos con nuestros hermanos. Pero al mismo tiempo, destacamos en dicha reunión que los judíos centroamericanos nos sentimos en un oasis en medio del desierto. La tranquilidad que tenemos al andar por nuestras calles se contrapone a la hostilidad que sienten judíos de Europa, Sudamérica o Estados Unidos si portan alguna señal que los identifique como tales. Yo mismo camino a diario por San Salvador con mi kipá cubriéndome la cabeza, y solo recibo muestras de afecto y apoyo.
No tengo dudas, que una gran parte de esta muestra de convivencia y respeto que se siente cotidianamente en nuestra región es producto de los líderes religiosos que construyen espacios de diálogo como el SEDAC.
El desafío continúa, no está terminado ni mucho menos. Cada apretón de manos, cada mirada amistosa y cada abrazo compartido nos permiten saber del otro y que él sepa de nosotros. Los católicos y judíos de Centroamérica ya no tenemos que hacer equilibro sobre un pie para conocernos, ahora usamos nuestros dos pies, para caminar juntos.
Rabino/Director Comunitario - Comunidad Israelita de El Salvador.