“Artículo 1. Además de los procedimientos prescritos en la Constitución, las leyes del Reich pueden también ser decretadas por el gobierno del Reich. Esto incluye las leyes referidas a los artículos 85 párrafo 2 y artículo 87 de la Constitución.- Artículo 2. Las leyes decretadas por el gobierno del Recih pueden desviarse de la Constitución, siempre que no afecten las instituciones del Reichstag (congreso) y el Reichstrat (senado). Los derechos del presidente permanecen inalterados.- Artículo 3. Las leyes decretadas por el gobierno del Reich serán decretadas por el canciller y publicadas en el diario oficial. Entrarán en efecto al día siguiente del anuncio, a menos que prescriban una fecha distinta. Los artículos 68 al 77 de la Constitución no aplican a las leyes decretadas por el gobierno del Reich”.
Esa fue la ley habilitante que decretó el gobierno alemán el 22 de marzo de 1933. Hitler era el canciller, y aún no tenía todo el poder. Con esta ley lo obtuvo.
¿Cómo logró que el Reichstag aprobara esta ley en que colocaba la voluntad de Hitler como la Constitución del país? Todo comenzó el 27 de febrero de 1933, hace noventa años.
Hitler había ido escalando poco a poco, y a inicios de 1933 logró que el presidente, Hidenburg, lo nombrara canciller. El líder fascista aún no tenía la mayoría en el Reichstag, así que persuadió al presidente para que convocara a elecciones.
La campaña electoral del partido Nazi destacó por el terror causado por los camisas pardas irrumpiendo violentamente en las oficinas de los partidos adversarios, principalmente el comunista y social demócrata. Seis días antes de las elecciones, el 27 de febrero, un incendió devoró el Reichstag.
De inmediato fue arrestado un comunista holandés. La narrativa que rápidamente instalaron los nazis es que había sido un atentado terrorista bolchevique.
El incendio del Reichstag fue la cereza del pastel en la innovadora campaña electoral del partido Nazi. Con el control del congreso tras las elecciones, la primera decisión que tomó la nueva mayoría fue aprobar la ley habilitante.
Con eso se consolidó Hitler y así inició el Tercer Reich. En los planos nazis el régimen duraría mil años. Duró apenas doce.
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En enero de 1932 ocurre un alzamiento de campesinos e indígenas en el occidente de El Salvador. Unas semanas antes un golpe de Estado había puesto al vicepresidente en el poder. Era un militar: Maximiliano Hernández Martínez.
Ante la revuelta, en el Diario Oficial del 20 de enero de 1932 aparece un decreto del presidente golpista. “Artículo 1.- Se declaran en Estado de Sitio los departamentos de Ahuachapán, Santa Ansa, Sonsonate, La Libertad, San Salvador y Chalatenango”. Comenzó la masacre.
El alzamiento de enero fue la excusa perfecta para que Hernández Martínez se recetara esas facultades represivas especiales. Con eso se consolidó en el poder.
Se pensó eterno en el poder. Decía que se reelegiría “por esta única vez”, pero luego volvía a reelegirse. Pero el martinato duró, también, solo doce años.
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De una supuesta tasa de homicidios de cinco a siete diarios, el viernes 25 de marzo de 2022 hubo catorce. Al día siguiente, sesenta y dos. El domingo la Asamblea Legislativa emitía el siguiente decreto: “Artículo 2.- Declárase en todo el territorio nacional ‘Régimen de Excepción’, derivado de las graves perturbaciones al orden público por grupos delincuenciales que atentan contra la vida, la paz y la seguridad de la población salvadoreña”.
El régimen de excepción iba a durar treinta días. El próximo 27 de marzo se cumplirá un año en que todos los que habitan en El Salvador tienen sus derechos constitucionales suspendidos.
Abogado.