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Dr. José Gustavo Guerrero: El ingreso de El Salvador a la Sociedad de las Naciones

“¿Qué para qué sirve? Pues para comprender cómo suceden las cosas. ¿Te parece poco? Para intentar formular reglas que alivien la insoportable angustia de nuestra existencia en esta miserable brizna de la inabarcable inmensidad del universo que es el mundo”, Almudena Grandes.

Por Francisco Galindo Vélez

Para El Salvador, la Sociedad de las Naciones representaba la esperanza de una garantía para la integridad y autonomía de los países pequeños, pero tenía dudas por la inclusión de la doctrina Monroe en su Pacto constitutivo. Así las cosas, el 14 de diciembre de 1919 El Salvador pidió a los Estados Unidos que definieran más claramente el alcance y naturaleza de dicha Doctrina.

De acuerdo con la doctrina Monroe, llamada así por la declaración del presidente James Monroe en 1823, los Estados Unidos no intervendrían en los asuntos internos y en las guerras entre potencias europeas y reconocían las colonias y dependencias que seguían teniendo en este continente, pero hacían saber que este continente estaba cerrado a futuras colonizaciones, y que cualquier intento de una potencia europea de oprimir y controlar cualquier nación de este continente constituiría un acto hostil contra los Estados Unidos.

El Dr. Ricardo Gallardo, en su artículo In Memoriam: José Gustavo Guerrero, publicado en 1959, recuerda que en aquellos tiempos la “doctrina Monroe gravitaba sobre los Estados como una inmensa atalaya, que se estiraba y encogía a medida que los hombres fuertes de Washington tiraban unilateralmente de sus cuerdas…[L]os mismos cerebros directivos que manejaban los hilos lo hacían como si fuesen pésimos tramoyistas y como si ellos mismos no tuviesen la conciencia limpia de sus actos. De ahí que las frases interpretativas de esa doctrina, pronunciadas por los mismos mandatarios de los Estados Unidos, acusasen a menudo una verdadera turbación en el lenguaje, y quien más y quien menos se afanaba por encontrar una solución o fórmula feliz que debía permitir la edulcoración del famoso manifiesto para volverlo apetecible a los ojos de las naciones latinoamericanas”.

El 26 de febrero de 1920, los Estados Unidos respondieron a El Salvador en el sentido de que la Doctrina Monroe “había sido definida por el presidente Woodrow Wilson en su discurso de 6 de enero de 1916 ante la Segunda Conferencia Científica Panamericana, diciendo que siempre ha sido sostenida y siempre lo será por los Estados Unidos bajo su propia responsabilidad, agregando que la Doctrina Monroe exigía nuevamente que los gobiernos europeos no intentaran extender sus sistemas políticos allende el Atlántico. No daba a conocer cómo se proponían los Estados Unidos emplear su poder en este Continente. Era una advertencia preventiva, pero no comprendía promesa alguna en cuanto a que los Estados Unidos pensasen hacer con el protectorado implícito y parcial que aparentemente trataban de establecer allende el mar”. El 5 de marzo de 1920, El Salvador se adhirió al Pacto de la Sociedad de las Naciones; el Dr. Guerrero fue su representante.

En su indecible esfuerzo por lograr poder blando para su país, el Dr. Guerrero elaboró una clara visión estratégica con objetivos bien definidos; fundamentales en la diplomacia, pero también en todos los quehaceres para gobiernos, instituciones de Estado, sector privado, organizaciones internacionales, organizaciones no gubernamentales, etc. Al estudiar su recorrido, se evidencia que fijó objetivos que resultaron del análisis de la realidad de mundo, de la sustantividad de su país, de sus ventajas comparativas, de posibles obstáculos, de lo que era deseable y de lo que era alcanzable.

Si se piensa en juegos de mesa, dada la realidad de su país, más que un jugador de ajedrez fue un jugador de go, el milenario juego chino, también muy conocido como igo, su nombre en japonés, porque el ajedrez busca la victoria sobre el adversario, pero el go busca controlar el tablero. Así, definió también la táctica, a saber, los medios y las acciones para lograr los objetivos estratégicos que ya se había fijado. Y, además, y de máxima importancia: no confundió los medios y las acciones, es decir la táctica, con los objetivos estratégicos; algo que ocurre más a menudo de lo que se cree, especialmente en América Latina.

En todo caso, la doctrina Monroe se siguió discutiendo en la Sociedad y, en 1928, cuando Costa Rica pidió al Consejo aclaración sobre la doctrina Monroe, la respuesta fue “que no daba por su cuenta más amplitud que la que antes tenía” y mencionó la nota de los Estados Unidos a El Salvador. México y Argentina pidieron aclaración, respectivamente en 1931 y 1933, en el momento de su ingreso a la Sociedad de Naciones.

Vale recordar que, durante la Conferencia de la Paz de 1919, se había discutido el tema de la inclusión de la Doctrina Monroe en el Pacto de la Sociedad de las Naciones y, por ejemplo, el Dr. Policarpo Bonilla, delegado de Honduras, había propuesto que se añadiese una enmienda al artículo del Pacto en que se mencionaba. El jurista cubano Emilio Roig de Leuchseuring, la reproduce en su libro La Doctrina Monroe y el Pacto de la Liga de las Naciones, publicado en 1921: “Esta Doctrina, que los Estados Unidos de América han mantenido desde 1823…significa: que todas las repúblicas de América tienen derecho a su existencia independiente, sin que ninguna nación pueda adquirir por conquista parte alguna de su territorio, ni intervenir en su gobierno o administración interiores, ni ejecutar otro acto en menoscabo de su autonomía o que pueda herir su dignidad nacional, pero no obsta para que los países latinoamericanos puedan confederarse o unirse en otra forma, buscando la mejor manera de realizar su destino.” A su vez, el Embajador de México declaró que su país no reconocía la Doctrina Monroe ni ninguna otra que atacara la soberanía o la independencia de su país.

En todo caso, se tiende a olvidar que algunos latinoamericanos fueron entusiastas impulsores y defensores de la Doctrina Monroe. Tal fue el caso de Manuel Torres, enviado diplomático de Colombia en los Estados Unidos entre 1819 y 1822, que recorrió todo Washington insistiendo en el peligro de agresión del absolutismo europeo. En su libro de 1984, Bolívar y la revolución: Fue el guerrero del siglo, esa es toda su gloria, el historiador colombiano, Germán Arciniegas, va aún más lejos, pues lo considera persona clave en el desarrollo de la Doctrina Monroe. A su vez, Margarita González en su libro Bolívar y la independencia de Cuba, publicado en 1985, dice que lo que dio lugar a la Doctrina Monroe fue la propuesta que el ministro de Asuntos Exteriores británico, George Canning, hizo a los Estados Unidos en 1822 para persuadir, de manera conjunta, a la Santa Alianza de no intervenir en las recién independizadas colonias españolas en América, a cambio de que España mantuviera Cuba y Puerto Rico. Los Estados Unidos prefirieron la vía unilateral.

Francisco Galindo Vélez es exEmbajador de El Salvador en Francia y Colombia, ex Representante del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) en Argelia, Colombia, Tayikistán y Francia, y ex Representante adjunto en Turquía, Yibuti, Egipto y México.

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Historia Contemporánea Historia Salvadoreña Opinión

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