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El derecho a escribir la historia. Siglo XX

El pueblo que no lee su historia, esta condenado a repetirla, y los que la leyeron, están condenados a repetirla por culpa de los que no lo hicieron.

Por Mauricio Ernesto Vargas

La historia da algún aliento, pero también nos entrega severas advertencias. Es un mapa, un azimut, que le indica a los que vienen por dónde caminar y no se pierdan. Hay que saber lo que se hizo, qué produjo. En la historia esta lo que se ve y también encontraremos lo que está oculto: “El engaño, la seducción, la mala fe”, donde se confunden la ficción, con la realidad. No retrocedamos. Los pueblos que lo hicieron preferirían en este momento no haberlo hecho. El pasado nos encadena, el futuro nos tortura, y es así como perdemos el presente. “Prefiero seguir a pie que en caballo prestado”.

La Historia. Durante gran parte del siglo XX, nuestra sociedad se acomodó a insatisfactorios cambios parciales de tipo reformista, administrados por sucesivos gobiernos militares, que deponían a los gobernantes de turno y posterior a los golpes de estado se emitían proclamas, pronunciamientos, que eran reivindicaciones populares, presentadas por directorios cívico-militares, juntas revolucionarias de gobierno y que contenían conquistas, que de haberlas profundizado, ¡otro gallo nos hubiese cantado.

¡Creo que quizá se habría evitado la polarización y antagonismo, que nos condujo al conflicto armado interno. La última coyuntura de este tipo, golpes de Estado, fue la de 1979 y se entra en la nueva fórmula civil y electoral. “Ya no son los golpes de Estado, esto se acabó”, que visto a este día y con la respuesta del tiempo, movilizo a la sociedad y a los poderes a dejar los reformismos, y comenzar a hacer concesiones que desestimularan la intolerancia, la persecución y el autoritarismo y quitar del camino la irracional pretensión de la insurrección popular.

Desde Menéndez, tras la caída de Maximiliano Hernández Martínez, pasando por el Consejo Revolucionario de 1948, la junta de gobierno de 1960, el Directorio Cívico Militar de 1961, y visto desde el tiempo, puedo afirmarles que esas acciones no  respondieron a pugnas de los poderes reales de nuestro país, sino, como una válvula de escape, una táctica, que le quitaba presión al descontento popular, producido por las deficiencias del sistema económico imperante, además de facilitar el control de la población y sus recursos, para aliviar las tensiones populares.

Lo traíamos como herencia de tiempos anteriores y cambiaba de nombre a partir de los riesgos, amenazas y enemigos. Primero fue el anticomunismo y luego otros, Foro de Sao Pablo, Socialismo del Siglo XXI, populismo.

Los militares eran los responsables de la estabilidad del aparato público y administrarlo; lo hicieron con un nivel de compromiso, desafiando reglas no escritas, en una sociedad donde todo pareciera tener precio a lo largo de décadas (gobiernos militares); las fuerzas armadas actuaron con altísima disciplina, en todos los paréntesis que hemos señalado, en especial en 1979, cuando se tenía claro de la necesidad de cambios, incluso contra la voluntad de una parte significativa del poder económico y se hicieron para salvaguardar el sistema político.

La historia nos enseña lo que se hizo y nos señala sus consecuencias. ¿APRENDIMOS LA LECCION?

Aunque parecieran distantes los casos de Bolivia, Chile, Colombia, Ecuador, Nicaragua, Venezuela, y ahora El Salvador, los vientos soplan en contra de la democracias en todo el mundo. Veamos lo último en EE.UU.  y México, demostrando con ello que tampoco son inmunes. Vienen sucediendo desde hace unos 20 años, con los patrocinios de ALBA o POPULISMOS AUTORITARIOS y que fomentan la corrupción y la intolerancia; regresa a mi memoria la conversación con Shafik Handal el  31 de diciembre de 1991: “VAMOS A ENTRAR A LA DEMOCRACIA, NO PARA QUE ELLA NOS CAMBIE SINO PARA NOSOTROS CAMBIARLA A ELLA… La firma de paz jamás significa el abandono de la revolución”.

Lo lamentable es cómo los pueblos se inclinan por personajes que mienten compulsivamente, que exponen un mesianismo y, con alergias para someterse a las leyes, caen en la mentira y la propaganda, aunque sean ellos mismos los que paguen el costo de estos proyectos.

A diferencia de otros contextos y momentos históricos, lo que llama la atención es que el actual proceso emana de decisiones voluntarias tomadas por gobiernos civiles de distinto corte ideológico y no por surgir de un golpe de Estado. No se limita solo al ámbito de la seguridad. Abarca muchas funciones del gobierno en detrimento de la propia autoridad, acompañadas por una intensa promoción, narrativas de odio y violencia digital, lo que tiene grandes implicaciones en lo público. Enaltecen personas, que no es solo visto de manera etérea, sino como una forma de ser deseable y que incluso es útil para prevenir o solucionar problemas específicos; se populariza las narrativas sobre autocracia, restricciones constitucionales a cambio de seguridad, fortalecimiento de instituciones represivas con presencia de mariscales, la muerte.

Lo que está en juego ya no solo es el éxito de una estrategia, sino la calidad del gobierno y de la democracia. Comprender mejor el momento actual es aceptar que lo que viene no se ha gestado en el vacío, sino que responde a un proceso paulatino del pasado reciente y accionado por diversos actores, externos, civiles, ideológicos y otros, donde algunas protestas se tornan susceptibles de secuestro por fuerzas radicales,

JUSTICIA SIN VERDAD, ES LEY DE LA SELVA. He llegado a pensar que si hay libertad en mi país, ya que muchos libremente han decidido morir de hambre, una muy mala interpretación de la libertad, y que busca igualarla, con la libertad de agredir, amenazar y estigmatizar.

El problema es la opacidad de todo lo que se hace, la falta de rendición de cuentas que potencia la corrupción, las violaciones a los derechos de los ciudadanos, la ineficiencia en soluciones de problemas urgentes, manteniendo un ejército de troles al amparo del anonimato multiplicando agresiones verbales que dan paso a la violencia física, lo que en el tiempo puede acabar por prescindir de la política democrática. Me parece increíble que no podamos advertir los riesgos ¿o hemos decidido sucumbir?

Los actores se repiten, pero no las condiciones; en esta coyuntura es difícil se haga contrapesos, que se aporten procesos autocríticos y, lo peor, que se desvalore la desesperación de la gente. 

El problema no es de republicanos,  SE TRATA DE LA REPÚBLICA. El problema no es de demócratas, SE TRATA DE LA DEMOCRACIA. ¿Continuaremos con autoritarismos permanentes y crónicos? ¿Estamos siendo indolentes e ignoramos la historia?  

General ( r) de la Fuerza Armada de El Salvador.

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