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Cuenteretes muy arcaicos

El próximo 12 de junio se cumplirán 200 años de la fundación del Estado de El Salvador dentro de la República Federal centroamericana. Ese día también será el Bicentenario de nuestra primera Constitución. En abril de 2025, San Salvador arribará a su Quinto Centenario fundacional como villa española en tierras americanas. ¿Qué espacios nos quedan a los ciudadanos donde las diversas generaciones poblacionales podamos dialogar y vernos reflejados en esa evolución histórica de 500 años? En el marco actual, la falsa modernización acelerada no permite ese diálogo ni invita a la reflexión hacia el pasado y su aprendizaje.

Por Carlos Cañas Dinarte
Historiador salvadoreño

Intervenir sin ninguna razón justificada la totalidad del Palacio Nacional fue vendido por funcionarios y cachiporristas como signo de modernización, de remodelación, de una actualización del pasado hacia el futuro. Nada más falso. Sólo fue un atentado contra un patrimonio cultural edificado, sujeto a un largo e intensivo proceso de restauración y conservación desde la década de 1990.  El resultado, de muy mal gusto, fue una cara escenografía que pronto desaparecerá y dejará evidentes los daños estructurales infligidos al edificio otrora histórico.

Ese pretendido afán de aire moderno no sólo se nos presenta en el ámbito cultural, sino que también se nos quiere vender desde otras áreas como la medicina, el urbanismo o la economía. Se nos pide que, como enfermos de siglos pasados, actuemos de forma pasiva sin atender ni preguntar o dudar ante las indicaciones del médico. El supuesto facultativo del cuenterete es un déspota: no quiere que su paciente participe en su tratamiento, sino que solo cumpla sus indicaciones al pie de la letra. Un galeno del pasado con estetoscopio nuevo. La medicina contemporánea no opera de esa manera. Los tratamientos de salud de las personas se abordan de forma integral y los pacientes conocen sus derechos, opinan acerca de sus tratamientos y exigen respuestas, buscan varias opiniones y toman sus propias decisiones. Son pacientes pensantes y activos, no sujetos pasivos y domesticados como en los siglos anteriores. También llegan a decidir si les gusta o no la medicina amarga o si desean buscar otros tratamientos alternativos. Se agrupan en asociaciones que luchan por sus derechos y mejores tratamientos. Incluso, deciden libremente para morir con dignidad ante la enfermedad terminal que los agobia y buscan opciones paliativas.

La misma visión arcaica del pasado se nos presenta en copa renovada con el urbanismo.  La idea de cercar espacios públicos e imponer jardines con plantas exóticas, no nativas del territorio nacional, obedece más a una narrativa del urbanismo de inicios del siglo XX que del tiempo actual. Creer que se combate el cambio climático con la siembra indiscriminada de especies vegetales sin tradición en un suelo determinado es contribuir a la expansión de especies invasoras o la erosión del terreno. No tardarán los suelos y las aceras en pagar las consecuencias del crecimiento de raíces y copas. Además, pretender trazar jardines al estilo París de los Luises, donde abunda el césped y las parterres, va en contra de los más básicos conocimientos de la historia natural, de la aclimatación botánica y del urbanismo actual, en los que priman la vegetación local, la visión dinámica de la naturaleza y los espacios de descanso inclusivos para todos los ciudadanos.

Otro elemento anacrónico y un atentado contra la población lo constituye el acto de cerrar calles de un centro histórico sin antes haber diseñado estrategias y planes para el tráfico cotidiano de autobuses y demás vehículos particulares. El gobierno capitalino del democristiano Dr. Morales Ehrlich y sus vías peatonales probaron esta fórmula al impactar de forma negativa con esas acciones.

El próximo 12 de junio se cumplirán 200 años de la fundación del Estado de El Salvador dentro de la República Federal centroamericana. Ese día también será el Bicentenario de nuestra primera Constitución. En abril de 2025, San Salvador arribará a su Quinto Centenario fundacional como villa española en tierras americanas. ¿Qué espacios nos quedan a los ciudadanos donde las diversas generaciones poblacionales podamos dialogar y vernos reflejados en esa evolución histórica de 500 años? En el marco actual, la falsa modernización acelerada no permite ese diálogo ni invita a la reflexión hacia el pasado y su aprendizaje.

Destruir la memoria y la historia, así como negar el papel crucial de la naturaleza en la vida humana forman parte de las siete etapas que ya el escritor inglés George Orwell fijó para todo gobierno dictatorial y totalitario, fuese de corte nazi, mussoliniano o estalinista, de derechas o de izquierdas. Un país que no es capaz de verse reflejado en su pasado y reconocerse en él es presa fácil de líderes que le inventan cuenteretes arcaicos y le señalan enemigos reales o imaginarios. No es necesario defendernos como leones porque no estamos en la sabana ni existen depredadores mortales que desean devorarnos en la realidad o desde el mundo digital contemporáneo.

Ser ciegos, sordos y mudos ante la realidad no es una opción para nadie que se diga patriota y ciudadano. En el pasado, los rebeldes fueron ejemplo al alzar sus voces y cuestionar lealtades juradas como las que les exigían caudillos como Gerardo Barrios Espinoza, que hacía que sus militares obligaran a las personas a descubrirse la cabeza y saludar sus retratos cuando los enviaba de gira al interior de la república. Esas tradiciones inventadas tan arcaicas aún resuenan en El Salvador de hoy, donde se juntan con los sonidos de los tambores marciales y las capas del general Bison de Street Fighter. Estéticas nazistas de oropel, prestas para ofrecer un espectáculo de falsa modernidad, donde las fuerzas militares no le juran lealtad a la nación constitucional, sino a un personaje puntual.

Más allá del falso relato de un tratamiento específico y medicinas amargas de curanderos de ocasión -como aquel teósofo de las aguas azules- lo que El Salvador necesita aquí y ahora es abrir los ojos ante la coyuntura global actual. El grifo de los créditos internacionales está cerrado, las exportaciones van en caída, las remesas aumentan por las necesidades internas y la fuga masiva de personas no se detiene. Los 30 millardos de dólares de deuda serán un lastre y esta vez no estará el café como grano de oro para salvar a una economía que desea ser parte del criptomundo digital, pero que no logra ser tomada en serio por los inversionistas.

Historiador salvadoreño

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