Pocos conocen al gran escritor salvadoreño José María Peralta Lagos, con seudónimo Tepemechín, quien con un exquisito estilo costumbrista pintó la realidad salvadoreña. Una de sus obras, casi desconocida y que encontré entre los muchos papeles de la biblioteca familiar, dedicada a mi tío abuelo Nicolás Leiva y que se titula “El Doctor Gonorreitigorrea”, describe, con fina ironía, la tendencia de apreciar lo extranjero sin investigar su autenticidad.
Ante el ofrecimiento presidencial de 5,000 pasaportes y nacionalidad a filósofos, científicos, artistas, escritores y especialistas cuesta creer que haya muchos candidatos interesados en venir a un país donde se desprecia la educación, se ha condenado a muerte a la Universidad Nacional y las escuelas están en ruinas. Aunque es posible que atraiga a charlatanes, farsantes y falsos académicos, deseosos de lucrar en un país del Tercer Mundo, donde se prefiere al extranjero, sobre el talento nacional.
Pocos conocen al gran escritor salvadoreño José María Peralta Lagos, con seudónimo Tepemechín, quien con un exquisito estilo costumbrista pintó la realidad salvadoreña. Una de sus obras, casi desconocida y que encontré entre los muchos papeles de la biblioteca familiar, dedicada a mi tío abuelo Nicolás Leiva y que se titula “El Doctor Gonorreitigorrea”, describe, con fina ironía, la tendencia de apreciar lo extranjero sin investigar su autenticidad.
Cuenta de Don Macario, salvadoreño de humilde cuna, quien por su honradez y tesón logró acumular una sólida fortuna y formar una familia que era apreciada en la sociedad de principios del siglo XX. Regresaba con la familia del obligado viaje a Europa cuando en el barco conoció a un simpático español que se presentó como el doctor Gonorreitigorrea, ginecólogo especializado, que viajaba para establecerse en el Nuevo Continente. Como buen patriota, Don Macario habló de las maravillas de El Salvador, donde él por sus buenas relaciones, podía ayudarle a abrirse camino, lo que convenció al extranjero.
Pronto su clínica contó con una magnífica clientela, de la mejor sociedad, a la que él atendía gentilmente con la ayuda de su asistente Joe, que era de raza negra. El siguiente paso fue presentarlo en el Casino, lugar de reunión de la aristocracia criolla, donde el doctor explicó que una de las razones de su viaje era conocer el rendimiento de las acciones que él tenía en diferentes negocios en Panamá y hasta invitó a los amigos a invertir en las mismas. La oferta fue bien recibida y muchos le confiaron su dinero.
Con la confianza adquirida, Don Macario confesó al doctor que él tenía un segundo frente en el Barrio de San Jacinto, la Tulita, que pronto llegaría a su consulta, lo que estrechó aún más los lazos de amistad. Anunció el doctor su viaje a Panamá para velar por sus intereses y traer buenos resultados a los inversionistas locales, que esperaban entusiasmados el retorno de su inversión. Pero al pasar las semanas y los meses sin noticias del viajero, comenzaron a preocuparse por el destino de su plata. Para colmo, llegó el parto de la Tulita, que tuvo que ser atendida por un ginecólogo local, pero para indignación de Don Macario, el robusto varoncito resultó de raza negra. En las reuniones del Casino comenzó a cundir el pánico ante el silencio y la ausencia del doctor, y en voz baja cada uno comenzó a confesar cuántos miles de colones habían invertido en lo que hoy reconocían como una estafa. Y aunque aquí está la moraleja de la excesiva confianza en los extranjeros, esta historia tiene un curioso epílogo.
La Tulita mandó a su hijo a USA, donde el chico se convirtió en un boxeador de cierta fama, a tal grado que comenzó a aparecer en la sección de deportes de noticieros internacionales, que se presentaban en las salas de cine salvadoreños antes de la película de cine mudo. Y en uno de estos cortos de boxeo, el público presente reconoció al compatriota y aplaudió con tanto entusiasmo que la marimba encargada de amenizar el espectáculo decidió unirse al homenaje tocando las sagradas notas del Himno Nacional, lo que causó que muy pronto la Honorable Asamblea Legislativa emitiera un decreto prohibiendo el uso del Himno en ceremonias no oficiales.
Y como la historia se repite, tal vez la invitación de los 5,000 pasaportes permita la llegada de otros doctores Gonorreitigorrea, ya que el gobierno ha demostrado interés en contar con asesores extranjeros.
Maestra