La caída de Barrios en 1863 puede interpretarse de varias maneras; vale decir que estas interpretaciones no se anulan mutuamente. Es claro que el 26 de octubre definió un conflicto personal de larga data entre Barrios y Dueñas, cuyo epílogo sería el fusilamiento de Barrios dos años después. Pero estos personajes eran las cabezas visibles de redes de poder más amplias que se disputaban el dominio político y económico del país. El conflicto político se percibía más fácil observando las disputas por el gobierno; el económico era menos evidente, pero era quizá, más determinante.
Como bien plantea Clara Pérez, desde finales del periodo colonial se venía perfilando una disputa entre las regiones oriental y central, que se visualiza mejor observando la transición del añil al café; esto produjo un desplazamiento del polo de poder del oriente al centro. “Los sectores de la oligarquía en el centro y el occidente del país tomaron el relevo de los grupos orientales en el momento culminante de la campaña militar de 1863. La lucha por el poder, en marcha desde hacía más de una década, llegó a su punto de inflexión.” (Pérez Fabregat, 2015, p. 336).
Una vez derrotado, Barrios salió al exilio. Estuvo en Costa Rica, y luego se radicó en Estados Unidos, pero mantuvo contacto con sus aliados. Mientras estuvo en Nueva York, logró que un periódico llamado “Continental” le publicara notas y cartas que trataban sobre El Salvador. Por supuesto, se declaraba presidente legítimo del país y vertía todo tipo de acusaciones contra Carrera y Dueñas; estos hacían lo mismo contra Barrios en los periódicos nacionales, en los que no solo denigraban a su enemigo, sino que reproducían documentos que lo comprometían.
Rafael Carrera falleció el 14 de abril de 1865. Barrios y sus aliados consideraron que sin el apoyo del caudillo guatemalteco el poder de Dueñas se debilitaría. Apenas un mes después, el 15 de mayo de 1865, estalló un levantamiento en San Miguel, dirigido por el general Trinidad Cabañas, que nunca se distinguió por sus triunfos militares. Dueñas envió al Mariscal Santiago González a reprimir el movimiento, lo cual logró con relativa facilidad. Desde el primer momento, el gobierno afirmó que el levantamiento era instigado por Barrios. El 16 de junio regresó a San Salvador el ejército victorioso; dos días después, Dueñas dio un banquete en honor de González.
En 1865, se confabularon la fortuna de Dueñas y la mala estrella de Barrios. Este fletó un barco en Panamá con pertrechos militares, con los cuales pretendía ayudar a Cabañas, sin saber que ya había sido derrotado. Barrios llegó a costas salvadoreñas a finales de junio, pero al darse cuenta de que la intentona revolucionaria había fracasado tomó rumbo sur. Un rayo dañó el palo mayor de su barco y debió entrar a Corinto, donde fue capturado por los nicaragüenses.
La noticia se expandió rápidamente por El Salvador. Un “Boletín Extraordinario” fue publicado el 2 de julio: “Don Gerardo Barrios ha caído prisionero en Nicaragua. Después de tantas vueltas y combinaciones, de tantas fanfarronadas y promesas vanas, ha venido a concluir de una manera tan torpe como ridícula su desacreditada carrera política”(García, 1935, p. 137). Inmediatamente se comenzó a negociar su extradición. El gobierno de Nicaragua accedió, a condición de que se respetara la vida del prisionero. El acuerdo de extradición fue suscrito el 14 de julio en Nicaragua y ratificado en El Salvador el 20 de agosto (Monterey, 1996, pp. 324-325).
Barrios tenía un juicio abierto desde el 7 de marzo de 1865, que se reactivó con su captura. El listado de acusaciones era realmente largo. En las primeras páginas se hacía una síntesis de los delitos que se le atribuían: Violación de la constitución, asesinato de salvadoreños ilustres por razones político-ideológicas, violación a la libertad de prensa, confiscaciones, destierro, persecución y encarcelamiento de opositores, desfalco al tesoro público, empréstitos forzosos, anulación de la independencia del Legislativo y Judicial, y promover guerras contra naciones hermanas (García, 1935, pp. 139-145). En las páginas siguientes se detallaban las acusaciones.
Bien podría alegarse que esos hechos ocurrieron, cuando Barrios aún disfrutaba de las “Facultades extraordinarias” que la Asamblea le venía concediendo desde 1860; al menos parte de los delitos imputados pudieron justificarse en tales facultades. Además, el 20 de enero de 1863, la Asamblea dio un decreto que facultaba “ampliamente al Supremo Poder Ejecutivo para que haga la defensa de la República”, por medio de “empréstitos voluntarios negociados dentro y fuera de la República en la cantidad que estime conveniente, o bien por contratas con el comercio” (Gaceta Oficial, 22/01/1863). Sin embargo el gobierno de Dueñas anuló esos actos cuando asumió el poder (García, 1935, pp. 3-4).
No se sabe en qué términos planteó Barrios su defensa en el juicio. Se dice que habló largamente ante el tribunal, pero su carácter impulsivo y falta de formación jurídica inducen a pensar que se dedicó más a atacar a sus enemigos que a demostrar su inocencia. Una nota del Diario Oficial publicada en 1881, dice: “Defendiose con extraordinaria elocuencia por espacio de tres horas, apeló al honor salvadoreño, á las tradiciones de este pueblo heroico para no atraerse el baldón de la historia y de la posteridad decretando su muerte, resuelta ya de antemano en el gabinete” (Diario Oficial, 30/08/1881). Como bien decía el Boletín Extraordinario que informó de su captura, la carrera política de Barrios estaba terminada.
Dueñas sabía que mientras Barrios viviera sería una amenaza; entendía también que fusilarlo tendría un costo político muy alto, pero valoró que difícilmente tendría otra oportunidad igual y mandó a enjuiciarlo, sin guardar la palabra empeñada. Abogado como era, alegó que el poder ejecutivo no podía interferir en las decisiones del judicial. Barrios fue fusilado el 29 de agosto de 1865.
El gobierno fue parco al informar sobre el fusilamiento y alegó razones de Estado. “Barrios, más apto para la revolución, que para fundar una administración regular y protectora, con un jenio inquieto y una ambición desenfrenada, no podía menos que ser un peligro para la tranquilidad de Centro-América, y un óbice permanente para la prosperidad y el engrandecimiento de la República” (El Constitucional, 31/08/1865). Se cerraba así un turbulento capítulo de la historia salvadoreña. Barrios, el hombre, moría, pero allí mismo comenzaba a gestarse otro, quizá más importante: Barrios, el mito.
Bibliografía
García, M. Á. (1935). Diccionario histórico-enciclopédico de la República de El Salvador (Vol. 5). San Salvador: Imprenta Nacional.
Monterey, F. J. (1996). Historia de El Salvador: anotaciones cronológicas (Vol. 2). San Salvador: Editorial Universitaria.
Pérez Fabregat, C. (2015). El proceso de construcción del Estado de El Salvador. Una mirada desde el Oriente, 1780-1865. (Tesis doctoral), Universitat de Barcelona, Barcelona.
Historiador, Universidad de El Salvador