Una característica del Dr. Guerrero fue su inquietud intelectual. Esto le permitió seguir creciendo personal y profesionalmente hasta el último día de su vida. Al dejar de aprender y crecer, las personas se estancan, y al final, hay una semejanza con Tiempos Modernos de Charles Chaplin, pues se le da más y más vueltas a la misma tuerca.
La triste petrificación de funcionarios es común y lamentable, pero evitable, así que los dedicados a este oficio han de seguir aprendiendo y cultivándose para conocer todos los temas de las relaciones internacionales, no como grandes especialistas de todos, pero con suficiente entendimiento para poder discutirlos y defender y hacer avanzar los intereses de su país.
Dedicó tiempo y esfuerzo para abrir todos los pliegues del amplio abanico de la diplomacia. Fue un gran estudioso que leía todo, buscaba información para dominar cada tema y no tener que improvisar o encontrarse en una situación en la que su desconocimiento quedara en evidencia, lo que habría sido inaceptable para él por lo que hubiera significado para el prestigio de su país. Además, poseía el don de gentes. Esa combinación fue fundamental para que la voz y la opinión de su país, pequeño y sin recursos, se tomara en cuenta, no quedara rezagado a un papel de mera presencia y participara de manera efectiva en fora internacional.
El don de gentes del Dr. Guerrero incluía mantener la mente fría y, en situaciones complejas, seguía la máxima de mantener la mente serena en los momentos difíciles. El diplomático que pierde el control pierde su autoridad. Y esto se aplica a las relaciones, tanto con diplomáticos de otros países como al trato con subalternos, pues saber mandar no es gritar, intimidar y humillar. Además, ese tipo de comportamiento no solo esconde malamente profundas inseguridades, sino que impide la formación de equipos, fundamentales para realizar una misión diplomática. Por lo tanto, es primordial reconocer y agradecer los aportes y esfuerzos de otros; suum cuique tribuere, dar a cada uno lo suyo.
El Dr. Ramon López Jiménez, que acompañó al Dr. Guerrero como Agregado en la Legación de El Salvador en Francia, hablando de sí mismo en tercera persona dijo que: “Allá, en la capital francesa, tuvo oportunidad de estar muy cerca de Guerrero durante más de dos años; pudo apreciar, día a día, sus hábitos de trabajo, su esmerada pulcritud, el respeto que le guardaban los más destacados internacionalistas de España, Francia, Italia, Bélgica, Grecia y, desde luego, los grandes juristas del continente americano”.
El Dr. Guerrero también fue excelso en protocolo, las reglas de formalidad y cortesías que rigen los actos diplomáticos y oficiales, y etiqueta, las reglas de conducta de los diplomáticos en actos públicos y en el trato de personas. La realidad y la literatura están llenas de ejemplos de vergonzantes comportamientos, por ejemplo, la embarazosa situación del mosquetero Porthos en la mesa del Rey Luis XIV, pues cuando el Rey le hizo una pregunta, no pudo contestar porque tenía la boca llenísima de comida, pero la situación se enmendó, para su suerte, por el interés del Rey en sus amplios conocimientos gastronómicos. Al mismo tiempo, hay sabias recomendaciones como la de Don Quijote a su escudero Sancho Panza: “No comas ajos ni cebollas, porque no saquen por el olor tu villanería. Anda despacio; habla con reposo; pero no de manera que parezca que te escuchas a ti mismo; que toda afectación es mala. Come poco y cena más poco; que la salud de todo el cuerpo se fragua en la oficina del estómago. Sé templado en el beber, considerando que el vino demasiado ni guarda secreto, ni cumple palabra. Ten cuenta, Sancho, de no mascar a dos carrillos, ni de eructar delante de nadie”.
Al conocimiento verdadero de idiomas extranjeros dio suma importancia. Aprendió varios, en particular el francés que llegó a dominar a la perfección. En relación con el dominio de idiomas extranjeros, siempre es mejor admitir que no se hablan para no pasar por la vida con aquellos peripatéticos clichés de falso autoconvencimiento de “entiendo, pero no hablo” o “me hace falta práctica,” que en realidad significan que no entiende ni habla nada. Y no es práctica lo que le falta, sino aprender. Parejamente, dio importancia al estudio del idioma materno, pues el hecho de que un idioma sea materno no significa que se hable y se escriba correctamente.
¿Y el comportamiento del Dr. Guerrero? Pues su comportamiento profesional y personal siempre fue el de un Gran Señor, consciente de que eso de separar la vida profesional de la personal en este oficio, y en cualquier otro, es una mera ficción, y que el respeto de otros empieza por el respeto de sí mismo. Al respecto, el Dr. Ricardo Gallardo en su escrito In Memorian: José Gustavo Guerrero, publicado en 1959, hace hincapié en “dos cualidades que le acreditaron siempre como perfecto caballero y consumado diplomático: la prontitud para responder su correspondencia (siempre lo hacía de su puño y letra, con una caligrafía maravillosa por su estética y nitidez) y la exactitud para acudir a las citas, quienquiera que fuese su interlocutor. Son dos cualidades que cada día que pasa caen mayormente en desuso en el mundo social y diplomático”.
Ex Embajador de El Salvador en Francia y en Colombia, ex Representante del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) en Argelia, Colombia, Tayikistán y Francia, y exrepresentante adjunto del ACNUR en Turquía, Yibuti, Egipto y México. También fue jurado del premio literario Le Prix des Ambassadeurs en París, Francia.