No puede pasar un septiembre sin que patrióticamente reconozcamos los méritos de un líder que, haciendo el mejor uso de sus potestades como presidente de la República, dejó un legado tan grande, que aún disfrutamos de él hoy en día.
El 14 de septiembre de 1950 asumió la Presidencia de la República de El Salvador, el teniente coronel Oscar Osorio Hernández, mismo que dos años antes había liderado el gobierno provisional que prosiguió al derrocamiento del General Salvador Castaneda Castro (la “Mica Polveada”), por parte de la juventud militar de aquel entonces.
Sin duda alguna desde el momento del golpe de Estado hubo muestras innegables del liderazgo de Osorio, puesto que, a pesar de encontrarse prácticamente en un exilio forzado en México, fue traído de regreso por los golpistas, ni más ni menos que para encabezar el gobierno provisional. Y es que hay que decir, que no es común que cuando una persona o un grupo de personas ha logrado obtener el control de un país, sobre todo por la vía de las armas, no desee quedarse con dicho poder, sino que, por el contrario, manda a traer a alguien que se encuentra, como se suele decir, “de capa caída”, quien además está lejos, sin mando de tropa, ni poder político o económico, pero Oscar Osorio no era una persona común, se trató de un verdadero y genuino líder dentro de la Fuerza Armada y en El Salvador.
La “clase trabajadora” de El Salvador tiene una deuda con él que no podrá pagar jamás. Y entendamos bien el término, porque no es referencia al trasnochado uso que desde las tendencias izquierdistas le han querido dar, como equivalencia de trabajador con pobre; esto atiende a la clase que trabaja, no incluye a los vagos y mantenidos, sean del estrato socioeconómico que se quiera, ni a los del sinecura.
Oscar Osorio fundó el Instituto Salvadoreño del Seguro Social, del cual los empleados del sector formal y del gobierno, incluyendo a la PNC, seguimos gozando. Incluyó en las acciones de dicha institución las de velar por la seguridad y salud ocupacionales, lo cual fue novedoso para su tiempo. Y como muestra de su genuina preocupación por el bienestar de la clase obrera, fundó los centros de recreación para ellos, que no existían y que no han sido superados hasta hoy.
Los sindicatos alcanzaron su legalización con su gobierno y se favoreció la vivienda digna para los trabajadores con menos ingresos, con un concepto futurista para aquel momento en nuestro país: Los multifamiliares, que aún subsisten después de cuatro terremotos y constituyen un ejemplo de verdadera vivienda digna. En la misma línea fundó el Instituto de Vivienda Urbana (IVU).
Aprovechó el auge de los precios del café y del algodón y con probidad invirtió los impuestos que de allí provinieron, para dar impulso a la agroindustria y arrancar con una incipiente industrialización del país, apoyándola además con la creación del Instituto de Fomento a la Producción.
En su gobierno se inició y se finalizó con la construcción de la Presa “5 de Noviembre” (sin que se moviera ninguna montaña), se ejecutó la mayor parte de la construcción de la carretera del litoral.
Apoyó la educación, poniendo en primer lugar a la cabeza de la cultura para El Salvador al insigne Dr. Reynaldo Galindo Pohl; otras figuras de gran calibre intelectual como el Dr. Max Patricio Branon, el Prof. Francisco Morán, Roberto Edmundo Canessa en relaciones exteriores, que dieron como fruto la firma en 1951 de los tratados de integración económica centroamericana.
Incluso, trajo figuras del arte internacional como el caso del Maestro Ion Cubicec, para tomar las riendas de la Orquesta Sinfónica. Un gabinete de lujo, idóneo y capaz, como es característico a hombres insignes que no temen rodearse por aquellos que son iguales o mejores que él mismo; sin olvidar que era un hombre de profundos conocimientos filosóficos y firme formación profesional.
Se preocupó hasta de la educación de los más humildes, para generar oportunidades; tal fue el caso de Eladio Velásquez, conocido como el “payaso Chocolate”, a quien envió a estudiar a México, convirtiéndose en el primer payaso profesional de nuestro país y del que muchas generaciones de salvadoreños guardamos recuerdos.
Pero quizá su más grande legado a la nación fue la Constitución de 1950. La primera constitución con un contenido humanista y liberal importante, que no pudo ser mejorada por la de 1962, se retomó en 1983. Se basó en los principios de “Libertad, Igualdad y Fraternidad”.
Terminó su período, entregó la presidencia y se fue para su casa; sin lujos ni boato. Encontró una piedra bruta, la cinceló para pulirla y dejarla mejor de como la encontró. Construyó en base a un triángulo de prosperidad, estabilidad y legalidad; en verdad, una deuda impagable con este insigne hombre.}
Médico Nutriólogo y Abogado de la República.