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El hundimiento del Laconia

Son los vencedores, al conservar el poder económico y político, quienes escriben -o reescriben- la Historia, algo similar a lo que estamos viviendo en El Salvador.

Por Maximiliano Mojica
Abogado, máster en leyes

Los submarinos tipo U fueron creados por Alemania para contrarrestar el imponente poderío marítimo combinado de Inglaterra, Francia y Estados Unidos durante la Primera y Segunda Guerras Mundiales. El Ministerio de Marina alemán, había ordenado que los U-boats cazaran en “jauría”, a efecto de maximizar su capacidad ofensiva contra los convoyes fuertemente protegidos del bando aliado.


Ocurrió en la expedición ofensiva desarrollada entre 16 al 19 de agosto de 1942, que el submarino U-156 torpedeó y hundió al barco británico llamado Laconia, que había sido modificado por el Almirantazgo inglés como transporte de tropas y para portar 14 piezas de artillería, armamento antiaéreo y cargas de profundidad para atacar submarinos, todo lo cual lo convertía en un blanco de guerra legítimo. Al momento de ser torpedeado el Laconia transportaba una tripulación de 436 hombres, 80 mujeres y niños, todos civiles de nacionalidad británica, 268 soldados británicos, 1,800 prisioneros italianos y 400 prisioneros polacos. En el proceso de hundimiento del barco, el comandante del submarino alemán escuchó llamadas de socorro en inglés, italiano y polaco y, no obstante su condición de enemigos con los ingleses, se dispuso a rescatar los náufragos, independiente a su nacionalidad, tal como lo establecían las normas de guerra del derecho internacional.


Dado que un solo submarino no podía recibir a bordo tal cantidad de náufragos, el alto mando alemán ordenó que otros submarinos alemanes e italianos —miembros de las fuerzas del EJE para esa fecha— que se encontraban en la zona colaboraran con el submarino U-156 en la operación de salvamento.


El Almirantazgo inglés y norteamericano estaban ya enterados del hundimiento como de la operación de rescate, ya que el submarino alemán transmitió en señal abierta en inglés: “Si cualquier barco quiere ayudar a la tripulación naufraga del Laconia, no se le atacará, con tal que la actividad que desarrolle sea exclusivamente de salvamento. Submarino alemán”. Este mensaje fue repetido en la onda internacional cada hora, revelando la posición de las labores de rescate, para evitar confusión en las fuerzas aliadas. El 16 de septiembre se hizo presente un avión cuatrimotor con distintivos americanos. En prueba de que se trataba de una operación de salvamento, el submarino alemán desplegó una gran bandera de la Cruz Roja sobre su proa. El avión dio varias vueltas por la escena y se retiró sólo para volver a la media hora… A su regreso descendió a ochenta metros de altura y empezó a bombardear tanto a los submarinos involucrados en el rescate como a las lanchas con náufragos que estaban en las inmediaciones.


El avión arrojó seis bombas en intervalos de cinco minutos. Tres de ellas alcanzan los submarinos y dos de ellas explotan entre las lanchas de salvamento. No obstante el ataque inesperado por parte de las fuerzas aliadas, las labores de rescate alemanas continuaron y solo se suspendieron hasta que los náufragos pudieron ser entregado a dos destructores franceses comandados por el gobierno de Vichy.


Los que se llevaron la peor parte en ese evento fueron los prisioneros italianos, quienes, de acuerdo con testimonios dados por los sobrevivientes, fueron encerrados con cadenas y candados en sus celdas mientras el barco se hundía, y a los pocos que pudieron salir del barco la tripulación británica no les permitió acceso a los botes salvavidas. Murieron encadenados y ahogados 1,400 prisiones italianos.

Ningún oficial americano o británico fue juzgado por el bombardeo de los rescatadores de los náufragos del Laconia ni por el encadenamiento de prisioneros italianos en sus celdas durante el proceso de hundimiento. Quien sí fue juzgado en el Tribunal regido por las cuatro fuerzas vencedoras fue el gran Almirante alemán Carl Dönitz, que dio la orden de que —aún con el peligro que representaba inmovilizar un submarino de guerra para proteger mujeres y niños de nacionalidad enemiga—, el U-boat se mantuviera en el lugar hasta finalizar la tarea de rescate. El Almirante fue condenado en Núremberg a diez años de prisión por haber sido parte del alto mando alemán durante la confrontación mundial, pero sin que se le lograra comprobar ningún crimen de guerra. El episodio que lees en esta columna forma parte de sus memorias escritas luego de haber cumplido su condena y liberado de la prisión de Spandau. Sus memorias son muy difíciles de encontrar dado que los testimonios del bando contrario son escasos y poco publicitados. La realidad es que son los vencedores, al conservar el poder económico y político, quienes escriben —o reescriben— la Historia, algo similar a lo que estamos viviendo en El Salvador.

Abogado, Master en leyes @MaxMojica

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Historia Contemporánea Opinión

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