La ilusión de un viaje y de un juego de rugby internacional, un accidente aéreo, muerte y dolor, avalanchas de nieve, frío aterrador, perder amigos y familiares, hambre y sed, audacia, rezar, más dolor y muerte, amistad, decisiones difíciles, antropofagia, creatividad, amor, suerte y mala suerte, un viaje eterno de diez días hacia la incertidumbre, hasta el reencuentro, luego de 72 días, deja como saldo 29 víctimas y 16 supervivientes. El milagro o la tragedia de los Andes en 1972.
En 50 años pasamos de la representación macabra “Supervivientes de los Andes” (Clay Blair Jr, 1976), transitamos por “Viven” (de Piers Paul Read, 1993) o los sobrevivientes, hasta la “Sociedad de la Nieve” (de Pablo Vierci, compañero de colegio de los protagonistas reales, 2023), una comunidad de fallecidos y sobrevivientes, en dónde descubrimos un grupo de seres humanos, más allá de los jóvenes del colegio Stella Maris o de los Old Christians, en dónde se redefinieron todos los conceptos de esperanza, religión o humanismo. Efectivamente, evolucionamos del terror de Cardona, a lo descriptivo del espíritu de los sobrevivientes de Marshall hasta lo sublime de Bayona. El tiempo cura las interpretaciones, aunque no sea lo más importante de la historia… canibalismo, antropofagia, comunión íntima y donación.
Juan Antonio Bayona nos introduce magistralmente a la cabina destrozada del Fairchild vuelo 571 de la Fuerza Área Uruguaya, y de la mano de Pablo Vierci, nos revela intimidades dramáticas, terribles e inspiradoras: Un lugar sin certezas…, una historia de amor…, el alimento humano como comunión íntima…, dormir con la muerte…, la fuerza del ser humano…, la fe y el agnosticismo…, el Rosario como conexión trascendente…, el instintito de supervivencia y las ganas de vivir…, la creatividad y la imaginación…, y mil cosas más que nunca vamos a saber.
Tenía 10 años y vivía en Montevideo cuando ocurrió esta tragedia; luego tomé un poco de conciencia, sobre todo por el morbo perverso que circuló en las noticias y los rumores; sólo sabía que los protagonistas de esta historia eran “unos chicos de Carrasco” (un barrio de clase alta de Montevideo): Nando Parrado, Canessa, Strauch y Carlitos Páez; vinieron libros, charlas, películas, entrevistas, y todos seguía intacto: Un accidente aéreo, unos sobrevivientes y la antropofagia. Nada más, hasta que apareció “La Sociedad de la Nieve”, mucho más que un libro y una película.
50 años más tarde descubrí a Numa Turcatti y a otros personajes anónimos de la historia, fallecidos y sobrevivientes; conecté los puntos de la pedagogía del deporte de Edmund Rice y de O’Reilly, los detalles del dolor, la muerte y la amistad con la célebre frase -que aparece en el Nuevo testamento y en una nota sin cita de Numa-: “No hay amor más grande que el que da la vida por los amigos”; un apotegma moral cristiano en la biblia y un recordatorio o agradecimiento en las manos de Numa, en un papel escrito al filo de la muerte.
En la Sociedad de la Nieve no encontramos el “viaje del héroe” ni el “mito de la caverna”, se trata de un colectivo de jóvenes tomando diversas decisiones y evolucionando para vivir; es una película sociológica, comunitaria, gregaria…. Y es que como afirma Emmanuel Levinás: Nos descubrimos en el otro, en la alteridad, solos no somos nada ni nadie.
Bayona puso todo en su lugar, hasta los sobrevivientes reales, al inicio, a la mitad y al fin de la película, a través de cameos simbólicos; cuidó los detalles históricos, se preocupó por reproducir escenas de las fotos y testimonios (hasta los mocasines de la época, el taxi Mercedes Benz C190 o el aeropuerto de Carrasco, tal cual eran). Definitivamente, logró un retrato real e impresionista del dolor, el sufrimiento, la muerte y la amistad.
A través de “La sociedad de la Nieve” comprendimos lo que significa la capacidad de acostumbrarse, adaptarse y organizarse para entender un contexto hostil desde la perspectiva humana. En un equipo deportivo podrá haber estrellas destacadas, pero al final todos son importantes, porque las estrellas necesitan el soporte y acompañamiento para brillar.
Fernando Parrado uno de los supervivientes nos cuenta en una entrevista: “La supervivencia no me dio tiempo para pensar en otra cosa que no fuera la supervivencia; te puedo hablar de lo que recuerdo, de lo lindo, lo malo, lo horrible, lo espantoso, la amistad, el grupo, la confianza en cada uno de nosotros que nos permitió sobrevivir; el liderazgo que fue pasando de mano en mano; la sed terrible, el frío que muerde (…); nos pasó de todo, fue un infierno (…); el pánico mata y el miedo te salva (…); el hambre es el miedo más terrible que tiene el ser humano, el más primario y terrorífico, el cuerpo se comienza a auto consumirse (…); hicimos un pacto, fuimos los primeros donadores conscientes de nuestro cuerpo (…); a veces se romantiza esta historia, pero una tragedia espeluznante, estuvimos en un infierno, cuando el destino te atropella no te avisa, el mejor día de tu vida y el peor día de tu vida amanecen iguales, disfruten el presente”
En esta saga de Bayona descubrí otras cosas importantes: la tecnología y las ciencias médicas. 1) La tecnología: 23 de octubre de 1972 se suspende la búsqueda, llega la noticia y a través de la radio, cambia la perspectiva y obliga a los supervivientes a encarar el problema. La radio era la única tecnología posible, no había teléfonos móviles ni internet. Parece ser una radio SPICA la que tenían; y gracias a este artefacto cambió todo. 2) Las Ciencia Médicas: En medio de los supervivientes sólo había un par de estudiantes de medicina de los primeros ciclos, y se tenían que enfrentar a fracturas, amputaciones, infecciones, edemas, hemorragias, contusiones y a otras realidades complejas de la fisiología humana en condiciones precarias; no todos lograron sobrevivir sin medicamentos y atención médica, pero 16 sí gracias a ciertos cuidados paliativos esenciales y gracias al sentido común de los estudiantes de medicina.
En la penúltima etapa de la historia aparece Sergio Catalán el arriero, el 21 de diciembre de 1972, quien logra con la sencillez campesina poner fin a este drama; y este hecho es otro elemento simbólico, en nuestras vidas aparece arrieros, gente que pasa, sin saber por qué o para qué, pero que puede tender puentes entre el mal y el bien, entre el sufrimiento y el bienestar.
Cuenta la historia que Patricio de Irlanda, predicador escocés, explicaba la Trinidad con un trébol -uno y trino a la vez-; éste era el símbolo del Old Christians, el equipo de rugby de los jóvenes accidentados en los Andes, eran un equipo y eran varios jugadores y amigos; eran uno y muchos a la vez…
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Disclaimer 2: ¿Casualidades? “La noche de 12 años” de Álvaro Brechner (basada en el libro Memorias del calabozo de Mauricio Rosencof y Eleuterio Fernández Huidobro, 2018), también es una historia de sufrimiento y resistencia, de uruguayos, de la misma época…
Investigador Educativo/opicardo@uoc.edu