El “escondelero” era entonces un juego infantil de grupo donde uno de los participantes se ocultaba -en algún lugar de la casa o del huerto- para ser buscado por los demás. Cuando el ganador daba con él, exclamaba “¡Lero! ¡Lero! ¡Yo lo hallé primero!”. De igual manera buscamos en la espesura del tiempo y la existencia al ser amado. Al cabo de los años Rhada y Moro -amigos de juego-descubrirían que, al crecer, la vida nos pone a jugar al “escondelero” para encontrar el anhelado y escondido amor del huerto del destino. Así, cuando el chico encontraba a Rhada en su escondite se daban un beso. “Juguemos al amor” -decían los imaginarios novios. El aire fresco del jardín arrastraba perfume de rosas encantadas. Pero aquellos momentos -como todo juego-habrían de terminar al cabo de los años. De la misma manera que el dios del tiempo termina separando a los mismos amantes que un día prometieron amarse para toda la vida. La vida que es otro juego al “escondelero” de la felicidad perdida o anhelada. “Nunca hagas con el amor lo que un niño hace con un globo -reza una antigua conseja. Que por jugar lo pierde y por perderlo llora”. (VI) de: “El Juego de la Vida y la Vida en un Juego”©C.Balaguer