El lunes 11 de noviembre pasado fueron atacados a tiros dos aviones comerciales con destino a Puerto Príncipe, la capital de Haití, lo cual expone la actualidad de este país del Caribe en manos de gangs mientras el Estado parece fallido. American Airlines suspendió sus vuelos, tanto como otras compañías, frente a los riesgos enfrentados diariamente.
¿Quién puede olvidar las imágenes de estos jefes de "maras", tal como Jimmy Cherizier, alias "Barbecue", en abril pasado después de haber tomado control de distritos de la capital, impidiendo al primer ministro de entonces, Ariel Henry, que regresaba de una misión en Kenia? Esta confrontación permitió dar luz a una situación de violencia crónica y armada. Desde el asesinato del presidente Jovenel Moise el 7 de julio de 2021, el Estado no tiene representantes elegidos ya sea la cabeza del Estado, tanto como el parlamento. No hay elecciones desde hace años, lo cual provoca un abandono del espacio público a la presión de las armas y de los tráficos.
Las mismas maras retomarán un discurso político, haciéndose aparecer como supuestas fuerzas de liberación social, mientras hacen reinar el terror en las calles. Desde entonces, un Consejo presidencial ha sido establecido, supuestamente para que aparezca una entidad institucional que puede redefinir un enmarco, objetivos a medio y largo plazo. En vano.
A raíz del ataque contra el avión comercial hace pocos días, la inestabilidad política sigue: el Jefe del gobierno fue destituido, un nuevo dirigente, Alix Didier Fils-Aimé, fue nombrado en los días siguientes.
Esta decisión fue tomada tras semanas de conflicto entre el Consejo Presidencial, asumiendo las funciones ejecutivo y el primer ministro en desacuerdo sobre el plan de reconquista y control territorial, la agenda electoral y la composición del gobierno.
¿A qué servirá, mientras la capital sigue siendo controlada hasta 80% de su territorio por las maras, dar una nueva cara al ejecutivo haitiano mientras parece más que nunca ficticio?
Según la Organización Internacional de las Migraciones, la violencia llevó al éxodo de 700.000 personas, la mayoría en el propio país o en dirección de la República Dominicana, con la cual las relaciones bilaterales son hoy en día muy tensas. La mitad de los migrantes son menores de edad que necesita asistencia humanitaria. Son 5.4 millones los haitianos que viven en una inseguridad alimentaria constante.
En este contexto, los migrantes aumentaron de 22% desde junio pasado mientras se calcula a más de 3600 las personas muertas por el momento.
Obviamente, los servicios de salud, las escuelas, los servicios básicos casi ya no existen a raíz de la persistencia de violencia desde hace años. Esta realidad socio-económica desastrosa revela la emergencia de una miseria, más allá de la pobreza a las cual se acostumbró un país que resiste a la crisis permanente de seguridad, la instabilidad institucional, las catástrofes naturales y anuales.
Este ambiente es consecuencia y a la vez la razón de un marco político hostil. Se constató el Consejo de Seguridad de la ONU que repitió el régimen de sanciones contra Haití: se congelaron los activos, restricciones para viajar y medidas de embargo sobre las armas para frenar, supuestamente, el flujo hacia las maras haitianas.
Por cierto, la resolución 2752/2024 determinó que la crisis en Haití constituye una amenaza para la paz y la seguridad internacional tanto como en la región del Caribe.
La ONU había autorizado en 2023 el despliegue de una misión internacional de apoyo a la seguridad nacional, con la misión de ayudar la policía y restablecer el orden. Kenia la dirige y por el momento son 410 los policías enviados sobre una fuerza de 2500 miembros. Pero falta mucho todavía: el nivel de los trasiegos y del dinero generado, de las instituciones tanto como la crisis socio-económica impactando la mayoría de los habitantes del país, no disminuyen.
Tampoco aparece la ilusión de un principio de recuperación. Apoyada por la ONU y Estados Unidos, la fuerza internacional enfrenta un aumento de 40% de los actos de violencia. Los grupos de autodefensa conocidos como "Bwa Kalé" se multiplican ante la debilidad de la fuerza pública.
Esta situación puede perdurar pero sin duda, captará la atención de la próxima administración Trump que no puede ver cristalizarse, un foco de violencia crónica e inestabilidad en la región del Caribe.
Politólogo francés y especialista en temas internacionales