El ataque de represalia de Israel a Irán dejó en claro lo mucho que ambos países tienen que perder en una guerra total y eso representa un fin parcial de la escalada. Hoy analizamos el fin del inicio de la guerra en oriente medio. Bienvenidos.
Por el momento un enfrentamiento directo entre Israel e Irán no es factible y parece haber un consenso al respecto. Tras el ataque de Irán del 1 de octubre, Israel tuvo la opción de escalar el conflicto e infligir un devastador ataque sobre la infraestructura petrolera o nuclear iraní, aunque eso hubiese significado ir a una guerra regional. Contrario a dicho escenario, la represalia fue contundente pero limitada a infraestructura militar siendo bastante simétrica al daño recibido; fue más pequeña de lo esperado. Irán no tiene por tanto incentivos para lanzar un ataque más grande a Israel, quedó claro que ambos son vulnerables y muy capaces de hacerse daño. Es evidente que no están listos para una guerra total.
Descartado el peor de los escenarios, eso no significa que la guerra vaya a parar o rebajar su intensidad, todo lo contrario: la guerra seguirá siendo indirecta (proxy) como hasta ahora, pero se recrudecerá, todos los tentáculos de Irán en la región (Hamás en palestina, Hezbolá en el Líbano, los hutíes en Yemen, y todas las milicias presentes en Siria e Irak) siguen en pie de guerra y serán aún más apoyados por Teherán de ahora en adelante, ningún frente ha sido resuelto por Israel y la situación se va complicando a medida que no parece haber una salida o resolución clara al conflicto. Sin embargo, todas estas milicias están golpeadas y este momento es la mejor oportunidad que Israel ha tenido en décadas para asestar un golpe fatal, razón por la que no van a detener el conflicto. Esto no terminará pronto.
La que probablemente sea la mayor incógnita en este momento y que tiene el potencial de hacer más grande este desastre, es Líbano. La campaña de bombardeo aéreo israelí es salvaje, a la vez que su incursión en el territorio del sur del país es pequeña y cuanto menos ambigua. No es una invasión a gran escala (por el momento), no parece tampoco tener un objetivo claro o decisivo, y la nula comunicación de intenciones por parte del gobierno en Tel Aviv hacen que esta guerra contra Hezbolá sea muy compleja de analizar.
Se supone este es un conflicto contra el grupo terrorista, no contra el estado libanés, pero el nivel de destrucción y muerte que se acumula todos los días desde hace más de un mes pone en duda la reacción de los libaneses en un país que es cada vez más víctima del terror de la guerra. La fortaleza y encarnación de Hezbolá en el Líbano es tal que si Israel quisiera erradicarlos no tienen otra opción más que invadir la totalidad del país, algo que ya han intentado antes y se delató muy complicado.
Tanto Israel como Hezbolá están tan envueltos en este conflicto de venganza que incluso si Israel se retirara del país por la razón que sea, dudosamente el grupo terrorista cesaría su agresión ¿Entonces por qué Israel se va a retirar? Ambos han caído en la trampa de la guerra, ya arriesgaron tanto que tal vez quieran arriesgarlo todo.
Gaza, mientras tanto, sigue siendo brutalmente castigada tanto por Hamás ocupando a su población, oenegés, e instituciones públicas e internacionales como escudo y medios de guerra, como por Israel que no ha tenido reparo en masacrar la franja y a su población. Lo peor de todo es que cuando esta guerra “termine” se callarán los cañones, pero la guerra seguirá en las mentes de los huérfanos, de los mutilados, de los sin hogar, en el mismo resentimiento, odio y extremismo religioso que ha causado este infierno y que probablemente sea el caldo de cultivo del siguiente episodio en este interminable drama que llevamos ya casi 80 años viviendo.
Este no fue el inicio, tampoco será el final.
Analista de temas internacionales.