Señor Paolo Lüers,en algo estamos de acuerdo: hay que apostarle siempre a la verdad. Por ello, escribimos esta carta abierta hacia un colega como usted que tiene años de experiencia en la defensa del periodismo, con la esperanza de que reflexione sobre lo que denotan las palabras que suscribió y publicó en uno de los periódicos de mayor circulación nacional.
En la Fundación Comunicándonos acostumbramos a refutar argumentos del poder organizado militar que cuestiona la premeditación y gravedad del crimen de lesa humanidad cometido el 17 de marzo de 1982 en contra de 4 colegas periodistas de los Países Bajos que fueron asesinados mientras se encontraban en la realización de sus labores profesionales. No acostumbramos a ver que esta misma narrativa militar venga de la pluma de otro periodista, pero así lo leímos en su columna apologética de este crimen y sus presuntos acusados autores mediatos titulada “No todos los periodistas que murieron en la guerra fueron víctimas de asesinato”, publicada el viernes 25 de octubre de 2024 en este mismo periódico.
Señor Paolo Lüers, Koos Koster, Jan Kuiper, Joop Willemsen y Hans ter Laag, 4 periodistas holandeses de la cadena IKON TV, fueron asesinados por una patrulla de 25 efectivos del Batallón de Infantería de Reacción Inmediata Atonal de la Fuerza Armada de El Salvador mediante una emboscada premeditada y deliberada hacia ellos. Decir que fueron “muertes en el contexto de un enfrentamiento militar” es ignorar la naturaleza planificada de las emboscadas, y sigue el discurso militar de que se encontraron casualmente en el mismo lugar y a la misma hora que iba pasando una columna de la guerrilla en Santa Rita, Chalatenango.
Sabemos que estos asesinatos fueron premeditados, ya que en el Informe de la Comisión de la Verdad se cita a oficiales que participaron en una reunión del 16 de marzo de 1982, un día antes del crimen, donde afirmaron que con base a inteligencia militar determinaban que los periodistas holandeses pasarían por una ruta rural de Santa Rita, Chalatenango, para llegar a una zona controlada por la guerrilla.
Apostándole a la verdad, es sumamente importante afirmar que el poder organizado militar tuvo una reunión el día anterior al crimen donde establecieron que sabían en qué lugar y en qué momento los periodistas holandeses estarían el 17 de marzo de 1982 en Chalatenango, pues en esa reunión firmaron el asesinato de los periodistas.
Así se confirma que, según el artículo 154 inciso 2 del Código Penal de 1973 (usado en el caso de los 4 periodistas holandeses) y en concordancia con los numerales 2 y 4 del artículo 153 del mismo Código, es posible acusar al exministro de Defensa, general José Guillermo García; exdirector de la Policía de Hacienda, coronel Francisco Antonio Morán; y el exjefe de la Cuarta Brigada de Infantería de El Paraíso, Chalatenango, Mario Adalberto Reyes Mena, del delito de ASESINATO.
Sabemos que la orden fue asesinar a los 4 periodistas holandeses. El aparato de inteligencia del Estado, operativizado por la extinta Policía de Hacienda, se dedicó a brindarles seguimiento desde incluso mucho antes de 1982, pues Koos había entrevistado a figuras históricas como Monseñor Romero y producido un documental sobre los escuadrones de la muerte en El Salvador, y Jan había publicado artículos sobre las fuerzas de seguridad salvadoreñas. Cuando Koos, Jan, Joop y Hans llegaron en febrero de 1982, ya la Fuerza Armada de El Salvador conocía su labor periodística.
El 10 de marzo, el personal del Hotel Alameda, donde se estaban hospedando los 4 periodistas holandeses, les informó que integrantes de la Policía de Hacienda los habían llegado a buscar. Al día siguiente, nuevamente fueron a buscarlos, y esta vez “invitaron” a Koos al cuartel de la PH para “entrevistarlo”. Los otros periodistas holandeses acompañaron a su colega de manera solidaria. Luego de cuatro horas de interrogatorio, Koos fue liberado tras firmar una carta declarando que no había sido maltratado.
Cuando regresaron del interrogatorio, los 4 periodistas holandeses vieron que sus cuartos del hotel habían sido registrados. La Fuerza Armada de El Salvador ya los había ubicado, interrogado y había vulnerado sus pertenencias personales y de trabajo. Ya sabían que tenían planificado hacer un reportaje sobre la vida de las familias salvadoreñas en el conflicto armado. Con esa información, los Altos Mandos militares resolvieron terminar con la vida de ellos.
Señor Paolo Lüers, no es para nada irrelevante que los militares supieran que se iban a encontrar con periodistas en Santa Rita, Chalatenango. Un periodista en zona de guerra siempre es considerado civil según el artículo 79 inciso 1 del Protocolo Adicional I (ratificado en 1978 por El Salvador) a los Convenios de Ginebra de 1949 (ratificados en 1953 por El Salvador), y no pueden ser objetos de ataque según el artículo 51 inciso 2 del mencionado Protocolo. Esto es crítico, porque significa que el poder organizado militar mató conscientemente a 4 civiles y que además eran periodistas.
Aun con el argumento de que “cualquier unidad del adversario es blanco de ataque”, primero sabemos que los periodistas no son considerados adversarios bajo ningún concepto de guerra, y segundo, si el objetivo era eliminar a la fuerza contraria, el derecho internacional humanitario prohíbe los ataques indiscriminados que no van dirigidos hacia objetivos militares concretos. Para las personas que defendemos los derechos humanos, este entendimiento es fundamental e irrenunciable.
Señor Paolo Lüers, usted dice que este crimen fue una mezcla de “ingenuidades, decisiones equivocadas, irresponsabilidades, incapacidades -y mala suerte”.
Sorprende que coloque toda la carga de la culpa a la guerrilla -irresponsables e incapaces- y a sus colegas Koos, Jan, Joop y Hans -ingenuos-. Nosotros proponemos que este crimen fue una mezcla de seguimiento ilegal, premeditación, planificación y una grave violación al derecho internacional humanitario y los derechos humanos; culpando principalmente a los militares como victimarios. Afirmamos que este caso fue todo menos mala suerte.
Señor Paolo Lüers, usted dice “no me entiendan mal”. Nosotros le respondemos: no se preocupe, hemos entendido perfectamente bien lo que usted dice y lo que está defendiendo. Lo deja muy explícito en el título de su columna y en su aseveración de que juzgar a 3 Altos Mandos militares acusados de utilizar el aparato organizado de poder para asesinar a 4 periodistas holandeses no serviría para nada a El Salvador.
Totalmente lo contrario. Acusar y condenar al exministro de Defensa, el exdirector de la Policía de Hacienda y al exjefe de la Cuarta Brigada de Infantería de El Paraíso, Chalatenango, servirá para que luego de años de impunidad histórica en el país finalmente se pueda empezar a conocer la verdad, servir justicia, otorgar reparación integral a las víctimas, fijar medidas de no repetición y asegurar que los hechos que ocurrieron en el pasado nunca se olviden para que no vuelvan a ocurrir.
Por eso escribimos esta carta. Para que deje de culpar a las víctimas de lo que sufrieron. Para que investigue bien qué fue lo que pasó el 17 de marzo. Para que analice con más detenimiento y responsabilidad las circunstancias que llevaron a los fatídicos hechos. Para que se ponga del lado correcto de la historia, que señala plenamente que esta fue una emboscada planificada y dirigida de manera deliberada a 4 periodistas -4 civiles- para callarlos por informar con la verdad.
Esto no es simplemente una cuestión de opiniones diferentes, señor Paolo Lüers, sino de recordar que detrás de cada crimen hay víctimas que merecen respeto y justicia y un país que merece no olvidar. Exigir cuentas por el asesinato de Koos, Jan, Joop y Hans es el único camino hacia una sociedad que se rehúsa a repetir los horrores de su historia. Honremos a los periodistas holandeses -y de ahora- y su labor con la verdad y la justicia, y comprometámonos a que sus voces nunca sean silenciadas de nuevo.
Presidente-director, Fundación Comunicándonos