Georgia, país entre Europa y Asia, contando con fronteras con Rusia, Turquía, Armenia y Azerbaijan, con una fachada marítima con el Mar Negro, está en el eje central de un riesgo de expansión tanto política como geográfica de Rusia, consolidando así sus posiciones en la región del Cáucaso. El tema surge bajo una nueva perspectiva más política como la que había vivido en 2008 con un conflicto conocido desde entonces como “la segunda guerra de Osetia del sur”.
Rusia hizo prevalecer la presencia de rusos en las provincias de Osetia del sur y Abjasia, en el norte de Georgia y fronterizas con ella, para llevar a cabo acciones militares. Sin que fuesen reconocidas por la comunidad internacional, Rusia validó “la independencia” de las Repúblicas secesionistas de Abjasia y Osetia del Sur el 26 de agosto de 2008.
Desde entonces, la situación quedó más o menos “congelada” hasta ahora que aparecen las tensiones con Rusia.
Puede resurgir el eje de crisis en 2024, a raíz de un debate político que revela el embrollo de este país de 3.7 millones de habitantes, estando un 80% favorables a una integración en la Unión Europea. Desde el 9 de abril pasado, son decenas de personas que se manifiestan en la capital Tiflis. Protestan contra un proyecto de ley sobre “la influencia extranjera” que en la calle le llaman “Ley rusa”. La mayoría de diputados del partido gobernante (de centro izquierda) “Sueño georgiano” votaron en segunda lectura dicho texto, 83 en favor y 23 en contra. Todavía necesitará una tercera lectura.
La presidenta Salomé Zourabichvili, elegida presidenta en 2018, tiene un poder representativo y podrá poner un veto a dicho proyecto de ley presentado por el partido en el poder, con el cual ella misma está en oposición. El “Sueño georgiano” tiene una mayoría que le permitirá sobrepasar el veto de la presidenta proeuropea. Pero los gérmenes de un conflicto, por el momento civil y social, están planteados. La Policía usó gases lacrimógenos y disparos con pelotas de goma para dispersar a miles de manifestantes que ven ese proyecto de ley como un “obstáculo” a las aspiraciones del país en su proceso de adhesión a la Unión Europea.
Siendo aprobada, esta ley exigirá que cualquier ONG tanto como organización mediática que recibe 20% de su financiación del extranjero se registre como “organización siguiendo los intereses de una potencia extranjera”.
Cualquier organización tendrá que registrarse bajo un etiquetado que manda una imagen infame de traición y colaboración con un extranjero que sería naturalmente “hostil” a la realidad patriótica del país. Como siempre en estas situaciones, los vínculos con el extranjero, entendido como “el oeste” y bajo la terminología de “democracias liberales” sugiere una colaboración con “adversarios” para no decir “enemigos” del país.
Una primera versión se inspiró en una ley rusa de 2014 que había sido abandonada en razón de la fuerza de las manifestaciones que desde el 9 de abril pasado se han vuelto cotidianas, masivas. Por ejemplo, el 28 de abril pasado, “una marcha para Europa” con más de 20,000 personas tuvo lugar en la capital Tiflis, que cuenta con 1.1 millón de personas. Para Bruselas, la adopción de esta ley pondría en tela de juicio las aspiraciones de Georgia de adherirse tarde o temprano a la Unión Europea. En las manifestaciones el himno oficial europeo “Oda a la alegría” se ha vuelto como un símbolo de resistencia. Las protestas se extienden en otras ciudades como Batumi, segunda ciudad del país, y Kutaisi, en la parte occidental de Georgia.
Mientras, la realidad del ejecutivo está a manos de la mayoría parlamentaria del partido “Sueño georgiano”, creado por Bidzina Ivanichvili, ex- Primer ministro de Georgia (2012-2013), considerado como el hombre fuerte del país. En recientes declaraciones afirmó que “la financiación no transparente de las ONG es el principal instrumento para la nominación de un gobierno georgiano del extranjero”. Se está creando y reforzando de manera inevitable y de manera bien conocida una fractura en la nación, entre los pro-europeos o pro-occidentales y los nacionalistas que serían los verdaderos patriotas, anunciando un enlace particular con el gran vecino, Rusia.
Con el eslogan “Patria, idioma y ortodoxia” se inscriben en una forma de ofensiva política tanto como de inversión de los valores y parámetros internacionales que corresponde a la visión expansionista de Rusia, como pasó en la acción militar el 24 de febrero de 2022 en Ucrania. Pero el conflicto contiene una dimension política de influencia de un modelo nacionalista y alternativo. Es la nueva guerra ideológica a la cual están confrontados los enlaces geográficos entre países que construyen relaciones o afirman alianzas llevando sobre una dimensión de seguridad o militar, tanto como comercial que empieza a ser conceptualizada.
La noción del “Sur global” se extiende contando con países miembros del bloque BRICS+ que quieren presentar una alternativa al actual orden internacional usando una panoplia de acciones que corren del campo militar al diplomático y de la energía civil a equipamientos ofensivos.
En tanto, el sector de la información digital se ha vuelto como el nuevo espacio de una confrontación que lleva sobre la comprensión de una nueva rivalidad que edifica una bipolaridad ideológica tanto como de un modelo de sociedad. Son las razones que explican el fenómeno de tensiones a nivel global que estamos viviendo en este siglo XXI. Los disturbios no intervienen en cualquier momento: en octubre próximo tendrán lugar nuevas elecciones legislativas, mientras en diciembre pasado, la Unión Europea acordó conceder a Georgia el estatus de candidato oficial a la integración en el espacio europeo.
Las reformas que implica pondrán en tela de juicio el poder de los oligarcas: libertad de prensa, cambios en el sistema judicial y electoral… Son dos visiones que se enfrentan y con ellas dos modelos de sociedades, implicando una cierta organización del sistema internacional. Más que nunca, Georgia está puesta en el eje central de una actualidad tensa, pero que llama a cada quien a tomar sus responsabilidades ante el presente y la historia.
Politólogo francés y especialistas en temas internacionales