La primera visita de Estado ofrecida por el presidente Joe Biden ha sido reservada a Emmanuel Macron, su homólogo francés. Durante tres días, de Washington hasta Nueva Orleáns, Francia y los Estados Unidos reafirmaron una alianza tanto como una amistad nacida en el final del siglo XVIII, durante la Guerra de Independencia de la Unión Americana.
Unidad en defensa de unos valores, en el respeto de una diversidad de visión que pueden alimentar unas fricciones económicas y comerciales, como lo hemos visto estas últimas semanas con el tema del “inflation reduction act”: programa de apoyo a la producción norteamericana en sectores relacionados a la industria limpia, está considerado por los europeos como una medida de proteccionismo, haciendo correr el riesgo de un desacoplamiento industrial, en contradicción con la voluntad de reforzar la alianza euro-americana.
La pompa protocolar de la visita de Estado permitió demostrar una tonalidad de amistad. Era indispensable para poder coordinarse sobre temas tanto sobre la seguridad y la política exterior como sobre intereses económicos y tecnológicos. En Europa, Emmanuel Macron está surgiendo, después de cinco años de gobierno, como el nuevo decano de los jefes de Estado del continente. Presidiendo un país miembro del Consejo Permanente de la Organización de las Naciones Unidas, siendo potencia nuclear y teniendo el segundo espacio marítimo mundial casi equivalente al de los Estados Unidos, Emmanuel Macron ha vuelto como un aliado de primera importancia para Washington.
Cuánto camino en un solo año, demostrando la fuerza de los cambios que implicaron los ataques de Rusia contra Ucrania y las turbulencias generadas desde entonces: al final del 2021, la alianza en el Pacífico, entre Australia, Estados Unidos y Gran Bretaña llamada AUKUS, concretizándose con un contrato sobre la entrega de submarinos a propulsión nuclear a Australia, provocó una crisis con Francia. De igual manera, potencia del Pacífico, Francia tenía un contrato sobre la entrega de submarinos convencionales que fue roto de manera unilateral por Australia. Esto alimentó una incomprensión entre los Estados Unidos y Francia. La guerra en Ucrania aceleró una nueva dinámica conforme al espíritu de las relaciones entre Washington y París.
Por cierto, Francia y los Estados Unidos estuvieron siempre juntos en tiempos críticos: ya sea durante las dos guerras mundiales, en 1962 durante la Crisis de los Misiles cuando apareció el espectro de una conflagración nuclear, tanto como en 2001 cuando Jacques Chirac fue el primer líder extranjero en ir a Nueva York, pocos días después del drama del World Trade Center.
Lo anterior demuestra que hay una situación grave también hay tantas tantas oportunidades de construcción y de renovación de una relación que no excluye las diferencias: nos recordamos de la oposición francesa a la intervención en Iraq en 2003, de la salida del mando conjunto de la OTAN en 1965 por el General de Gaulle. Hoy en día, la crisis permite a Emmanuel Macron recordar el papel especial de Francia. Actualmente, en Europa, Alemania sufre, desde el 24 de febrero pasado, de su política hacia "el este”, contribuyendo a una dependencia energética hacia Moscú que le obliga en cambiar, a marcha forzada, una parte de sus fuentes de alimentación en gas. Gran Bretaña ya no es parte de la Unión Europea. Europa del Norte, Central y Oriental está sobre “el frente de las tensiones”, necesitando más que nunca de la protección de la OTAN tanto como de un país europeo que sea un portavoz gracias su peso político: Francia puede y propone tener este papel.
Hoy en día, la visita de Emmanuel Macron ofrece la oportunidad de consolidar una alianza estratégica bilateral y en favor de Europea. Los desafíos no faltan: construir una industria de defensa común, sostener las empresas de los sectores vitales tanto como la estabilidad de los precios en medio de la edificación de nuevas rutas comerciales. La independencia energética, incluyendo la energía nuclear civil, es otro tema que cobra actualidad en el contexto actual.
Por cierto, los mensajes preliminares del presidente francés servían también a inscribir dicha visita, en un contexto histórico: alerta sobre un riesgo “de fragmentación” de Occidente, necesidad de una coordinación que llamo “sincronización” frente a los desafíos comerciales y las implicaciones llevadas por la transición ecológica, acelerar la innovación y objetivos comunes como lo puede ser el espacio, evitar fracturas con los países emergentes y espacios en desarrollo mientras el planeta cuenta desde hace pocas semanas con 8 mil millones de habitantes, volviendo estratégicos el agua, la alimentación, la protección de las selvas. Tantos temas abordados en una conferencia común que sirvió en reafirmar los ejes de una alianza estratégica entre ambos países. No impide temas de diferencias: el "Inflation reduction act” es uno de ellos. Considerado en Europa como un programa proteccionista, aprobado por el Congreso, busca relanzar el consumo estadounidense en favor del “made in USA” en unos sectores de actividad, como la industria del automóvil, acelerando la transición ecológica a través de subvenciones y créditos-impuestos. Volverá más difícil la penetración europea del mercado norteamericano, conteniendo un potencial de debilitamiento europeo cuando se está afirmando la necesidad mutua en reforzarla. Contradicción que exigió esta “sincronización” ofreciendo al Presidente francés la oportunidad en afirmar que los europeos pueden también poner en marcha un "Buy european act” para un “Made in Europa”. Por cierto, los objetivos son los mismos: invertir en energías limpias, cumplir con un programa 2050 en favor de la "descarbonización” industrial.
Hoy en día, Europa está viviendo una forma de doble pena: un dólar fuerte y el costo de una inflación provocada por la guerra rusa en Ucrania. Es decir, cuando necesaria fue, compartir visiones favoreciendo una toma de conciencia en momento que exigen pragmatismo y solidaridad. Los Estados Unidos han financiado una ayuda de emergencia a Ucrania y reforzaron la OTAN mientras los europeos están cumpliendo con su deber, pagando el precio de la proximidad: ya sea tanto en materia migratoria, en temas de seguridad como en el nivel económico, Europa está presente en este momento tan particular.
Emmanuel Macron lo reafirmo durante una visita de Estado que se inscribió en un contexto internacional caracterizado por un arco de crisis y de tensiones que van a influir sobre la gobernabilidad del mundo en los próximos años.
Politólogo francés y especialista en temas internacionales.