"ES LO QUE HAY”, es una frase que repiten los jóvenes, con nostalgia y frustración, ante una realidad ingrata, que enterró ilusiones y expectativas, basadas en esperanzadoras promesas. Y que se aplica muy bien al panorama político, social y económico del país, en el cuarto año del gobierno de Bukele, que fuera de una publicidad millonaria, pagada con nuestros impuestos y en la más descarada opacidad, nos lleva en un franco retroceso y al borde de caer en impago, gracias a su incapacidad.
A más de un año de anunciar una reforma integral al sistema de pensiones, nos presenta el mismo sistema reformado en 2017, disfrazado con un pobre maquillaje que en lugar de mejorar el panorama de los cotizantes, lo complica para beneficio del gobierno. Con el descaro que le caracteriza, Bukele advirtió que el gobierno no volvería a meter mano en los ahorros de los trabajadores. Y de la maneras más burda cambió el nombre de los CIP por el de COP, para seguir saqueando a los ahorrantes de las AFP, para cubrir las pensiones del ISSS y del INPEP, ahora bajo el INP, controlado por el gobierno, pero autorizado a retirar una cantidad ilimitada de nuestros ahorros, en lugar del 45% que permitía la reforma anterior.
Según reconocidos economistas y abogados, este remedo de reforma y las tres leyes que la rigen está tan mal hecho, que demuestra no solo la ignorancia, sino la mala fe de sus autores. Es imposible que el gobierno pueda asumir el aumento del 30% prometido, y lo más probable es que la generación joven actualmente activa no pueda recibir pensión, por la quiebra del sistema. Y seguramente el Estado dejará de honrar la millonaria deuda que tiene con los ahorrantes de las AFP, y los maestros y los trabajadores de salud, seguirán esperando una mejora en sus condiciones salariares. Ha sido una táctica del bukelismo, no informar del origen de los fondos, ni incluirlos en el presupuesto, para seguir mintiendo con promesas de proyectos imposibles.
Y mientras los funcionarios cian alaban los desaciertos del mandatario, sometidos a su voluntad con beneficios suficientes para aceptar y apoyar, sin estudio alguno sus proyectos descabellados, los que más sufren son los pobres, ingenuos votantes por NI y hoy lamentan su error por la ingrata realidad que enfrentan. Miles de familias que lloran la injusta captura de sus seres queridos, presos en las atroces condiciones del sistema carcelario y maltratados por los esbirros del régimen.
Se suman los que sufren de los cercos militares en sus municipios, bajo la excusa de seguridad y persecución a los pandilleros, cuando hasta la fecha ninguno de los grandes cabecillas de las maras ha sido capturado. El reciente episodio del desalojo de los habitantes de Cangrejera, se suma a la serie de amenazas para la población más pobre. Y no se trata de criticar a los propietarios de tierras que tienen documentos en regla. Lo grave es la falsa promesa de Bukele, en campaña en esa isla, que ofreció construir una unidad de salud y otras lindezas, y prometió que nunca iban a ser desalojados.
Confirmado por la Ministra de Vivienda, pidiéndoles confiar en el gobierno, que les daría una solución adecuada. Qué duro ver el dolor de esas familias al contemplar como sus casas, construidas de Saltex con grandes sacrificios, eran derribadas por los soldados. La lista es larga, los abusos aumentan, pero es lo que hay, y es difícil ponerles remedio, porque Bukele y sus seguidores han decidido reelegirse, para seguir beneficiándose del dolor del pueblo, en contra del mandato constitucional.
Maestra.