Ha muerto Dagoberto Gutiérrez, miembro de la vieja guardia de comunistas y luchadores sociales que dieron forma al proyecto revolucionario de izquierda en El Salvador. Murió en un momento en que ser de izquierda es poca cosa; es mal visto por los que detentan el poder político y aspiran también al poder económico, pero sobre todo por aquellos que fueron de izquierda, renegaron de ella y hoy reptan haciendo méritos ante un poder que poco se distingue del que antes decían combatir.
Dagoberto fue de izquierda a su manera. Comenzó su militancia en el viejo Partido Comunista, ese que fue tan criticado por la “nueva izquierda” de los años Setenta. El que durante mucho tiempo desarrolló una doble agenda: la de la organización revolucionaria y la lucha política electoral, cuando esta era posible. El PCS que estuvo detrás de la candidatura de Fabio Castillo en las presidenciales de 1967, y que fue parte importante de la UNO en las de 1972 y 77. Ese partido que tan tarde como 1979, aún debatía sobre la vía armada, mientras que otras organizaciones venían empeñadas en ello desde inicios de la década. El PCS entró tarde a la lucha armada, pero cuando lo hizo demostró capacidades que sorprendieron a muchos.
Un aspecto que distinguió al PCS del resto de organizaciones es que no descuidó la formación política de sus cuadros; lo cual le dio enorme ventaja cuando la guerrilla se convirtió en partido político en el marco de los acuerdos de paz. En la década de 1970 el PCS tuvo fuertes confrontaciones con las FPL, pero después de la muerte de Cayetano Carpio hubo un sostenido proceso de acercamiento, que en la posguerra permitió que el FMLN fuera hegemonizado por la alianza PCS-FPL. En la posguerra el FMLN vivió intensos y poco fructíferos conflictos internos que llevaron a la salida, expulsión o marginación de importantes cuadros y dirigentes. Gutiérrez fue protagonista de esos debates - aunque decía que nunca tuvieron tiempo de debatir -, lo cual condujo a su salida del FMLN, al que acusaba de haber dejado de ser de izquierda y revolucionario.
“Cuando la guerra estuvo, el FMLN estaba adentro de la sociedad y afuera del sistema político. Cuando la guerra termina, el FMLN sale de la sociedad y se incorpora al sistema político”, decía en una larga y amena entrevista con El Faro, en 2010. Su planteamiento es opuesto al de Handal que en 2004 decía: “Entrábamos así dentro del sistema con la decisión de mantener una lucha persistente para consumar la revolución democrática inconclusa, orientada a cambiar el sistema”. A la distancia de los años pareciera que el tiempo le dio la razón a Dagoberto, para quién la posguerra produjo “esa masa informe y amorfa… que se llamó partido FMLN”. A primera vista pareciera que Gutiérrez redunda y no. Según la RAE “informe” significa que no tiene la forma, figura y perfección que le corresponde; “amorfa” es en primer lugar carente de forma regular, pero en segunda acepción significa que carece de personalidad y carácter propio. Para Dagoberto ambos adjetivos eran válidos y complementarios; así de provocador era.
En su larga vida política, Dagoberto fue testigo y protagonista de importantes gestas políticas. Como miembro de la dirección del PCS tuvo una interesante y contradictoria relación con Schafik Handal, sobre todo en la posguerra. Handal murió cuando la facción ortodoxa había hegemonizado al FMLN y estaba lista para lograr la presidencia, muy a contracorriente de lo que Handal hubiera querido. Basta recordar que el FMLN llegó al poder en 2009, llevando como candidato a Mauricio Funes, al que Handal había vetado abiertamente en 2004. Por el contrario, Gutiérrez vio el ascenso del FMLN al poder y su abrupta caída hasta llegar a la inoperancia política.
En otras palabras, Dagoberto participó en la conformación del proyecto revolucionario de izquierda, la guerra civil y las negociaciones de paz. Abandonó el barco del FMLN, cuando se convirtió en partido político. Fuera del FMLN fue testigo y crítico de sus diez años de gobierno. En sus últimos años de vida, tuvo ciertos coqueteos con Nuevas Ideas, o más bien con Bukele que lo obnubiló con sus calculadas y falsas poses antiimperialistas. Dagoberto decía que su antiimperialismo le venía desde la niñez; cuando supo que Jesús fue crucificado por los romanos. Más tarde, en la escuela vio una película chilena sobre la minería del cobre y cómo este era explotado por los Estados Unidos. “Y dije: ese imperio estadounidense es la extensión del imperio romano. Hay que luchar contra ese imperio”.
Dagoberto era dueño de extensa, pero a veces anacrónica cultura, era capaz de hablar casi sobre cualquier tema. Sagaz y escurridizo en las entrevistas; evadía cualquier celada y llevaba la conversación al punto que quería. Su peculiar manera de hablar, los extensos análisis políticos y las recurrentes digresiones podían llevar la conversación muy lejos del punto de partida, sin aburrir nunca.
Participó en diferentes proyectos políticos como la “Tendencia revolucionaria”, que pretendió constituirse en parte “del nuevo sujeto en construcción, de la revolución”, pero que nunca se constituyó en un proyecto articulado y políticamente viable. Después formó parte de la dirigencia del Movimiento por una Democracia Participativa, que tampoco descolló; y más tarde en el Movimiento Nuevo País. El aporte más importante de Dagoberto en la posguerra no hay que buscarlo en sus proyectos políticos, sino en sus cuestionamientos constantes a la izquierda institucionalizada en el FMLN y su preocupación constante por buscar alternativas de participación política popular, más allá de los movimientos sociales y los partidos políticos.
Jorge Arias Gómez decía que hay tiempos propicios para la movilización social y política, pero que también hay tiempos de reflujo en los que pareciera que se impone la regresión y la inmovilidad, pero que ninguno es definitivo. Los revolucionarios deben estar atentos a las señales de los tiempos y actuar en consecuencia; ya sea oponiéndose al retroceso o acelerando los cambios a través de la acción social y política. A su modo, Dagoberto hizo lo que Arias decía.
Allá por 2010, Dagoberto hablaba de su apuesta en la Tendencia Revolucionaria: “que la gente aprenda a luchar políticamente y que aprenda a hacer política. En un determinado momento este movimiento se puede encontrar en las elecciones o las elecciones pueden encontrar a esta gente organizada.” La Tendencia Revolucionaria no despegó vuelo políticamente, al menos no de la manera más convencional. Quizá no era ese el objetivo de Dago. Y es que Dagoberto era hombre de palabra y pensamiento, en ese orden, que no significa que hablara primero y pensara después, sino que se valía de la palabra y de su característica manera de expresarse - tonos, énfasis, pausas y risas - para hacer pensar. Estar de acuerdo o en desacuerdo con él, no era lo más importante. Lo importante era su constante invitación a pensar. Que estas palabras honren su memoria.
Historiador, Universidad de El Salvador