Por La economía salvadoreña está en crisis. Para entender el alcance del acuerdo con el FMI es necesario llamar las cosas por su nombre, más allá del humo de las redes sociales. El lamentable estado actual de la economía salvadoreña es consecuencia de un modelo disfuncional instaurado durante los gobiernos de ARENA que nos puso indudablemente en la senda del fracaso. Mucho podría decirse al respecto, pero ya que no es el motivo de esta columna, invito al lector interesado a leer los fantásticos ASES de los últimos 3 años producidos por la Universidad Centroamericana José Simeón Cañas (UCA).
Con lo que debemos quedarnos es que en más de 30 años y hasta la actualidad, no ha habido partido político capaz de atreverse a impulsar reformas de la talla que la situación exige. Y eso ha tenido consecuencias. Ahora que el entorno global es menos favorable al crecimiento en la región, las grietas económicas de El Salvador son más evidentes incluso durante tiempos de “paz” por el control del crimen, pues nuestra crisis es sistémica. Por eso hay menos criminales y más pobres. Según el Banco Mundial entre 2019 y 2023 la pobreza extrema pasó del 5% al 10%. Sin importar el ingreso económico, quien sea que lea esta columna estará de acuerdo conmigo en que han sido años duros.
Con este panorama llegamos al miércoles 18 de diciembre de 2024 con la noticia de que se llegó a un acuerdo técnico entre el gobierno y el Fondo Monetario Internacional para un préstamo por valor de 1,400 millones de dólares. El tan anticipado acuerdo está a la vista ¿Pero qué implica? ¿Es el gran remedio para nuestra crisis? Veamos.
Es importante aclarar que el acuerdo aún no es una realidad, potencialmente lo será a inicios de febrero en caso de que se concreten acciones previas solicitadas, pues el FMI no da dinero sin condiciones. En esta ocasión se negoció un programa con 4 áreas clave:
Primero, sostenibilidad fiscal. El gobierno debe gastar menos para controlar su deuda, reduciendo salarios (despidos), transferencias a gobiernos municipales, y reducción en el consumo público de bienes y servicios. Además, se buscará optimizar procesos internos para abaratar costos.
Segundo, gobernanza y transparencia. Mejorar la publicación de información económica sobre la deuda, pensiones, empresas y contratos públicos, y las capacidades para luchar contra el lavado de dinero como un elemento que propicie el clima de inversión en el país.
Tercero, reservas. Se aumentará en bruto el colchón fiscal para poder encarar de mejor manera futuras crisis, y las reservas de liquidez de los bancos llegarán a un 15% para mejorar la salud del sistema financiero.
Cuarto, activos digitales. Se busca que el bitcoin ahora sea una moneda de curso legal opcional y no obligatoria, así como el abandono progresivo de la Chivo Wallet por parte del gobierno. Se prevé un retroceso general del bitcoin, algo que abordaremos en una futura columna.
A grandes rasgos lo anterior es lo que espera el FMI de parte del gobierno para hacer del trato un éxito, y que esto se convierta en un efecto llamada para los siguientes tramos de financiación por entidades como el Banco Mundial para llegar a unos posibles 3,500 millones de dólares. Hay mucho dinero en juego.
El eje del préstamo es meter un freno de mano a la crisis fiscal para evitar que las finanzas públicas se encaminen al colapso, y con ellas el país. Es un rescate suave. Sin embargo, hay problemas a la vista. Las medidas exigidas aumentarán las tensiones sociales entre el gobierno y los afectados en la reducción del gasto público, el oficialismotendrá que enfrentar directamente la impopularidad. Esto representará el primer desgaste sensible del proyecto político, pero es eso o que llegar a final de mes sea más complicado para la hacienda salvadoreña, donde los mayores afectados serán aquellos salvadoreños de a pie que verán sus plazas suprimidas.
Y ya que este acuerdo es solo un intravenoso para estabilizar la enferma economía salvadoreña que aún deberá esperar impaciente la lenta reducción de los tipos de interés de la reserva federal de los Estados Unidos, no sería prudente creer que esto mejorará en el corto plazo nuestras condiciones de vida de forma alguna. La vida seguirá siendo cara, los empleos y los salarios seguirán siendo igual de malos, el incendio sigue, y seguirá hasta que no se hagan las reformas necesarias en el sistema, las cuales ni siquiera están en la mesa en este momento.
Este préstamo es solo una manguera en un incendio que si bien aún no parece que hará colapsar al país, seguirá quemando nuestra capacidad adquisitiva a fuego lento.
Especialista en temas internacionales.