Según el diccionario del portal “Estrategias de inversión”: “La quiebra es un procedimiento judicial mediante el cual se lleva a cabo la liquidación de una empresa que se considera insolvente: es decir, cuando el empresario no es capaz de pagar las deudas que tiene contraídas (…), la primera consecuencia que tiene la quiebra de una compañía es que el empresario queda inhabilitado para administrar y disponer de sus bienes”.
Los procedimientos de quiebra o “bancarrota” dependen de los marcos jurídicos de cada país, pero más o menos todos los sistemas jurídicos consideran estas características: 1) Es una situación de insolvencia generalizada; 2) Es una situación de insolvencia permanente en el tiempo; 3) Es una situación de insolvencia susceptible de ser apreciada objetivamente a través de hechos indiciados de quiebra; y 4) Es una situación de insolvencia de tal magnitud que se torna insalvable para el deudor. Por ejemplo, en Estados Unidos se permite reestructurar los pasivos y negociar con los acreedores y proveedores; en otros países hay efectos más dramáticos como la cancelación inmediata de la personería jurídica y/o efectos civiles o penales.
En términos sencillos o básicos, quebrar o caer en bancarrota supone que los gastos superan a los ingresos, y esto puede darse por una mala administración o por una condición volátil, excepcional o crítica de los precios o del mercado.
Un fenómeno muy peculiar que se observa en muchas empresas familiares grandes es la amplificación y fragmentación de los accionistas; es decir, el fundador de la empresa la desarrolló, pero luego en el relevo generacional aparecen, por ejemplo, cinco hijos y sus familias. Posteriormente, los activos de la empresa -bienes, derechos, etcétera- se diluyen, debilitan y si alguno de los hijos no es buen empresario todo se va por la borda.
La quiebra o bancarrota suele estar muy vinculada a las entidades bancarias; de hecho, el concepto “bancarrota” tiene un origen muy particular vinculado a la “Taula di Canvi” (mesa de cambio) -el primer banco público europeo-, cuando uno de los banqueros llevaba a cabo prácticas irregulares un vigilante rompía a martillazos el mostrador, está humillación pública dio origen a la palabra “bancarrota", que luego los italianos popularizaron. Pero en este caso me refiero a la dependencia crediticia y a la volatilidad de las tasas de interés; en no pocos casos esto se puede volver inmanejable.
Quebrar una empresa es algo más común y sencillo, quebrar un país es otro nivel (Default), no es usual, pero ha sucedido. La quiebra de un país implica la suspensión de pagos de la deuda soberana. Según el José Ángel Navarro, economista de Mc Graw Hill: “Si una nación acumula déficit público año tras año, suele emitir bonos o deuda pública para financiarlo. La excesiva emisión de deuda provoca que los intereses a pagar sean cada vez mayores con lo que se emite a su vez nueva deuda para pagarlos provocando un efecto “bola de nieve; podría llegar el momento en que el país no puede pagar los intereses y procede a la suspensión de pagos”.
Pero aclaremos un par de conceptos, deuda y déficit. El déficit público es la diferencia entre los ingresos y los gastos de un año determinado, mientras que la deuda pública o deuda soberana se entiende como el conjunto de deudas que mantiene un Estado frente a los particulares u otros países. Entonces, ¿por qué razones podría quebrar un país?
Fernando Iglesias escribió el artículo “Manual de instrucciones para romper un país”, desde la experiencia argentina, el autor explica los efectos del peronismo y las ideas proto-anarquistas que iniciaron un profundo proceso de subsidios, llevando a un extremo insostenible el Estado de Bienestar. ¿Pero cómo llega a un default un país…? Veamos diez posibilidades:
1.- La corrupción y la falta de transparencia es el principal problema, esto no necesita mayor explicación; 2.- luego, el amiguismo y el compadrazgo hacen que los gobiernos y los aparatos del Estado crezcan de forma exorbitante, contratando a correligionarios o amigos y familiares para pagar favores; 3.- desarrollar grandes proyectos innecesarios o ineficientes; 4.- adquirir nueva deuda para pagar deuda a mayor tasa de interés; 5.- desequilibrio en los gastos que comprometen el futuro, por ejemplo descuidar la inversión en educación, ciencia y tecnología; 6.- gasto militar innecesario; 7.- gasto en comunicación, propaganda y extravagancias; 8.- aumentar los subsidios sin estudios de factibilidad con fines populistas; 9.- elevar los impuestos impactando en el tejido empresarial; y 10.- ahuyentar las inversiones nacionales e internacionales por falta de seguridad jurídica.
¿Cómo se sale de una crisis de esta magnitud?; la solución del pasado era imprimir billetes -hoy quizás aparecerán nuevas soluciones digitales o crypto activos-; aunque lo usual será: Iniciar planes de fuertes recortes de gasto público para reducir gastos; incrementar los ingresos a través de elevar los impuestos o nuevos impuestos o intentar negociar con los acreedores; pedir ayuda financiera al Fondo Monetario Internacional (FMI), lo que supone fuertes exigencias en forma de cambios en las políticas económicas locales.
En términos más realistas, las naciones casi nunca quiebran per se, sino que se debilitan a niveles desastrosos, impactado en la ciudadanía, generando más pobreza, exclusión y migración; casi siempre hay salvatajes, aunque sean tardíos, pero los impactos en la gente son terribles. Aunque podríamos decir, también, que muchos países están quebrados hace años, y que sólo sobreviven haciendo malabarismo económico con préstamos y sacando fondos de dónde no deberían. Demasiada complicidad entre pares…
Dicen por ahí que entre las “paradojas del tiempo” y los “relevos generacionales” ningún período histórico se repite, y que el futuro tiene final abierto…; aunque en el fondo, todo sigue muy igual, irreductiblemente intacto, y la pobreza en todos sus ropajes: multidimensional, estructural, real, monetaria, extrema, material, absoluta, relativa, infantil rural, social, coyuntural, farmacéutica, ahí está como evidencia. Solo un pequeñísimo grupo está fuera de esta realidad: “los mismos de siempre”. Sin libertad política y sin educación seguiremos en bancarrota sin darnos cuenta…
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Investigador Educativo/opicardo@uoc.edu