A los pies de la Estatua de la Libertad -a la entrada del puerto de Nueva York- encontramos una placa de bronce donde se lee: “Dame tu pobre, tu agotado, Tus innumerables masas que aspiran a vivir libres... El rechazo de tus orillas superpobladas, Envíalos a mí, a los desheredados, que la tormenta los traiga de vuelta ¡Estoy poniendo mi luz sobre la puerta de oro...!”. Se trata de un conmovedor poema de Emma Lazarus escrito en 1900. Evoca el drama de los emigrantes que huyen en su mismo planeta, buscando un lugar donde vivir y florecer en un nuevo suelo de promesas y libertad. No obstante, la ignorancia humana del racismo genera el odio, así como el desprecio de esa humanidad en fuga. Existen cinco razas en la Tierra, provenientes del primer ser humano de la evolución: La Negra (africana); La Blanca (Nórdica); La Roja “red skin” (de los pueblos indígenas de Norte América pre-conquista); La Amarilla o xanthoderma (asiática) y la Azul (probablemente indonesia: (En la isla de Buton -en Sulawesi, Indonesia- una tribu ancestral sorprende por su tez azul ciruela y sus ojos azules). No obstante -dentro del concepto divino, científico y biológico universal- sólo existe una raza: La Humana. Esa a quien espera la efigie de la Libertad, alzando al cielo su antorcha inmemorial para alumbrar los pasos del “Homo Migrans”, buscando el porvenir. <“Éxodo del Sapiens Estelar al Universo” C. Balaguer-Amazon>
La efigie de la libertad, el racismo del odio y las migraciones del planeta
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