Quedarse o partir es nuestro sino. Cuesta tanto soltarse las amarras. Unos dicen adiós y otros esperan. Otros más ni esperan ni se van. Sólo quedan detenidos sin luz y sin palabras. “¿Qué dejas en tu viaje?” -nos preguntan. “Ya no tengo nada ni a nadie a quién dejar -otros responden. Aquello que antes tuve se lo llevó la vida. No se puede dejar lo que has perdido, tampoco sombras. Mucho menos la tuya. Siempre irá detrás de ti sin poderte alcanzar.” Usando la careta del drama y de la farsa te conviertes en sombra y en tiniebla. “¿Has vuelto amigo mío a buscar lo que dejaste?” -preguntarán algunos. “Volví, pero al volver no había nada -otros responden. Aquellos que dejé eran rostros distintos. Algunos ya no están; ¡O quizá ni siquiera existieron! A muchos los mató la vida sin amor o el raudo devenir borró su risa.” “¿Qué rumbo llevarás?” -preguntan luego. “El mismo que soñé o que perdí” –responden. Final del viaje: un breve arcoíris que nace en ti al amanecer. Viajar es ir detrás de algún sueño de amor -o acaso huir de él al despertar. Errante caminante que buscas la pureza: “¿Qué norte tomarás, cuál es tu prisa?” “Donde el viaje me lleve o el vendaval –aquel responde. Seré el amor que al irse quede en ti. Voy a morirme lejos para volverme eterno y que nadie quizá -ni siquiera la vida- se entere de la muerte de mis ilusiones.” Unos dicen ¿Por qué? Pero se van. Otros dicen adiós. Pero se quedan. (XXIII) (“Los Diez Días de la Flor de la Vida” ©C.Balaguer)
Unos dicen adiós pero se quedan
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