El brillante escritor científico futurista Isaac Asimov fue el creador de las Tres Leyes de la Robótica que dan forma a los algoritmos que “protegerán” a la humanidad del Complejo Frankenstein: ese miedo a que la inteligencia artificial y los robots algún día nos lleguen a dominar.
El temor no es nuevo. Lo vimos reflejado en la película “El Abismo Negro” (1979), en la cual el lúgubre robot Maximiliam controlaba humanos robotizados despejados de su voluntad, idea que desarrolla Terminator (1984) y Yo, Robot (2004), donde robots, superiores en fuerza e inteligencia, nos superan y tiranizan…de hecho, de acuerdo con la trama, a la humanidad le quedarían alrededor de seis años, ya que es en esa fecha en que los cíborgs toman conciencia de sí mismos e inician una guerra de exterminio contra la humanidad en agosto de 2029…a la vuelta de la esquina, apenas iríamos iniciando la tercera reelección presidencial.
En todo caso, tenemos que reconocer que la palabra “robot” ha andado un largo trecho. Aunque nos parezca una cosa muy moderna, la palabra proviene del checo y significa “trabajo” y el concepto, como tal, es bastante antiguo, ya existían autómatas en la Grecia clásica y para el Siglo XVIII se crearon robots que tocaban la flauta, el piano y jugaban ajedrez. Pero no fue hasta que surgió la visión distópica de Mary Shelley autora de Frankenstein —quizás inspirada en el Golum creado del barro por un rabino de Praga— que la humanidad despierta a la idea de una entidad humanoide que se sale de control y se vuelve contra su creador.
Lo cierto es que vivimos una época en la que la robotización está en auge y los robots, sin darnos cuenta, forman parte indispensable en nuestra vida cotidiana. La palabra es muy amplia por lo que incluye los desarrollos de inteligencia artificial y programas de software que nos ayudan a hacer nuestra vida más eficiente y fácil, tales como Siri o Alexa, o los bots con los que podemos “conversar” y obtener respuestas automatizadas que se aplican a campos tan dispares como ordenar una pizza u obtener asesoría legal o una consulta médica; de hecho, en nuestra Firma hemos desarrollado un bot que te asesora en tiempo real respecto a consultas legales recurrentes por parte de nuestros clientes. El bot estará disponible en nuestra página web las 24 horas, 7 días a la semana, ello solo para contar un ejemplo de los múltiples usos que se le puede dar a la inteligencia artificial.
Pero, contrario a lo podemos pensar, los robots humanoides tipo C3PO (Guerra de las Galaxias, 1977) o Andrew (Hombre Bicentenario, 1994), no son la parte más importante de la robótica. Para el caso, el uso constante de nuestro celular inteligente ¿no nos convierte en un cíborg? Tal vez no tengamos la apariencia del oficial de policía Alex Murphy (Robocop, 1987) pero el teléfono celular es ya tan indispensable que forma parte de nosotros mismos, sin él, no tenemos acceso a la infinita sabiduría de Google, a las mejores rutas de Waze o al “internet de las cosas” que nos permite controlar el carro, la televisión, abrir o cerrar nuestra casa, apagar las luces, etc. Estamos a un paso de que el celular y toda la tecnología asociada a este, forme parte de nuestro cuerpo mediante la instalación de chips inteligentes.
Pero sea como sea, los robots, hoy por hoy, están lejos de superarnos. Los científicos aún no logran replicar mecanismos tan complejos como la mano humana; no obstante, en Japón, a donde la robótica les interesa especialmente, se estrenó una obra de teatro llamada “Tres hermanas, versión androide”, que recrea la obra de Antón Chéjov, donde uno de los actores principales es un actor robot humanoide llamado Geminoid, lo cual nos envía un claro mensaje: no existe ninguna profesión o área de la actividad humana que no vaya a verse afectada por la tecnología.
Para bien o para mal, los robots han llegado a nuestro mundo para quedarse sin que podamos hacer algo para evitarlo. Por ello es triste ver el rezago que como sociedad tenemos respecto a la educación de nuestros jóvenes; si nuestra economía ha sobrevivido exportando mano de obra barata, cuando las labores manuales se automaticen en un cien por cien, ni para eso vamos a ser útiles.
Si bien es cierto el “complejo Frankenstein” no se perfila como una realidad -ya que los robots difícilmente se revelarán contra nosotros para destruirnos-, lo que sí es una realidad, es que nuestro atraso tecnológico y educativo relegará a los ciudadanos de África y Latinoamérica a ser simples… sirvientes de la tecnología. Ni Isaac Asimov se imaginó un futuro tan lúgubre.
Abogado, Master en leyes/@MaxMojica