El secreto de la felicidad no está en obtener lo que anhelamos, sino en amar lo que tenemos. No en lo que pedimos a la vida sino en lo que ésta nos otorga. Es la dicha escondida de agradecer al mundo todo lo simple y lo maravilloso que éste nos ha dado. Reconocer lo grande y lo pequeño, lo fugaz y lo perdurable. No lo mucho sino lo esencial. No lo tanto, sino lo maravilloso. Te sentirás pobre no por lo poco que tengas, sino por lo mucho que esperes y exijas de la vida. Entre más ambicionamos más pobres seremos, pues no todas las cosas fueron hechas para uno. La riqueza verdadera está en reconocer y valorar lo poco y lo dulce que la existencia nos otorgue. Agradece cada instante de tu vida. Puedes poseerlo todo con la sabiduría del corazón. La riqueza del humano está en lo que ama. El mayor tesoro es el que está en nuestro corazón. La fortuna de tus profundidades nadie puede robarlas ni comprar. Agradece la dicha de ver un amanecer pues algún día ya no lo verás. Da gracias al Padre por el amor que encontraste, porque será lo único que lleves al final del camino. Conoce, pues, la dicha de agradecer a la vida lo bello que te dio el destino.