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El test de la galleta

Las personas con una baja preferencia temporal no solo se benefician a sí mismas, sin que son una fuerza civilizadora al ir más allá del mero cumplimientos de sus obligaciones laborales y buscan algo mucho más elevado que la gratificación material, su Yo Futuro los hace cultivar vínculos familiares y sociales sólidos; emprenden proyectos culturales artísticos y literarios y procuran hacer contribuciones perdurables a su comunidad y a su país. Son una bendición para su comunidad y su círculo social.

Por Maximiliano Mojica
Abogado, máster en leyes

En la Universidad de Stanford, en la década de los Sesenta, el psicólogo Walter Mischel llevó a cabo un experimento con niños en los que se puso a prueba la importancia de la “preferencia temporal”. Como lo expliqué en una de mis columnas, la preferencia temporal es la capacidad del individuo para diferir la gratificación presente derivada de las decisiones que toma, esperando que ese diferimiento genere un mayor beneficio a futuro.


En la prueba, el psicólogo dejaba solos a los niños con un tarro lleno de galletas y les decía que podían comérselas si querían, pero que él iba a regresar en 15 minutos y a quien no se la hubiese comido, le iba a regalar otra como premio. Es decir, ellos tenían la oportunidad de elegir entre obtener la gratificación inmediata de comerse la galleta o de postergarla y recibir dos.


Era una forma muy simple de probar la “preferencia temporal” de los niños: los que tenían una preferencia baja fueron los que consiguieron esperar los 15 minutos y recibir la recompensa, mientras los que tenían una preferencia temporal alta no consiguieron hacerlo y se la comieron antes del tiempo, sin recibir el premio prometido.


Más allá de lo anecdótico, se les dio seguimiento a los niños que participaron en el experimento y se les contactó décadas después. El análisis de la situación de la vida adulta de los niños que participaron en la prueba evidenció la existencia de una correlación significativa entre los resultados obtenidos en el “test de la galleta” con un buen rendimiento académico, un adecuado índice de masa corporal y una ausencia de adicciones a sustancias, es decir, los niños que “supieron esperar” tenían un mejor desempeño y una mejor calidad de vida, que aquellos que no.


Todos nosotros vivimos en una constante negociación con entre nuestro “Yo Presente” y nuestro “Yo Futuro”, en las que “negociamos” vivir algo que nos gratifica “ya” (disfrutar un momento con amigos en vez de estudiar, romper una dieta, comprar un bien no indispensable) o preferimos diferirla para obtener una compensación mejor o más gratificante mañana (tener una profesión que nos permite tener un mejor trabajo y/o mejor ingreso, no consumir y tener ahorros, o ser más delgados y saludables). Cada día todos nosotros tenemos varias transacciones con otros individuos, pero tenemos cientos de transacciones con nuestro “Yo Futuro”.

Todos los días tomamos decisiones como: ¿sacamos el dinero de mi pensión para gastarlo ya o espero a retirarme? ¿Gasto en cosas no necesarias o ahorro para comprar una casa que eventualmente será mía? ¿Continúo con mi carro usado, pero en buen estado o compro uno nuevo y suntuoso? ¿Ahorro e invierto, o viajo y gasto? ¿Estudio una carrera universitaria/ maestría o me quedo con mis conocimientos empíricos? ¿Disfrutamos esa hora extra de sueño o vamos al gimnasio para ser más saludables? Esas negociaciones (y muchas otras más) serán las que le darán forma a nuestro futuro.

Si bien es cierto que nuestro autocontrol emocional pueda variar según la edad, situación económica, profesional o familiar, se puede, en general, encontrar una fuerte correlación en lo siguiente: entre más decisiones tomemos basadas en la gratificación inmediata del hoy, aquí y ahora, nuestro futuro estará menos asegurado, será más complicado o menos satisfactorio.


No importan cuánto puedan conspirar las situaciones en contra de una persona que prefiere “sacrificarse hoy, buscando los beneficios del mañana”, lo más probable es que pueda pasar por encima de los obstáculos y su Yo Futuro logre alcanzar sus objetivos. Por otro lado, abundan los casos de personas con inteligencia y sobrado talento, pero por su desidia y su alta preferencia temporal, que los hace vivir en el disfrute permanente de su Yo Presente, hace que sus dones sean desperdiciados, sin lograr alcanzar nada bueno por sí mismos.


Las personas con una baja preferencia temporal no solo se benefician a sí mismas, sin que son una fuerza civilizadora al ir más allá del mero cumplimientos de sus obligaciones laborales y buscan algo mucho más elevado que la gratificación material, su Yo Futuro los hace cultivar vínculos familiares y sociales sólidos; emprenden proyectos culturales artísticos y literarios y procuran hacer contribuciones perdurables a su comunidad y a su país. Son una bendición para su comunidad y su círculo social.


Por ello, por más que se quiera culpar a los demás de nuestros fracasos o compartir la culpa con otros, la realidad es que los infinitos tratos que cerramos entre nuestro “Yo Presente” con nuestro “Yo Futuro” son la causa de nuestra situación actual: fuimos los arquitectos de nuestro propio destino.

Abogado, Master en leyes/@MaxMojica

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