Talvez porque callar lo dice todo, callamos a la vida. Oyendo aquellos versos viajeros del silencio, que vienen en el viento como aves invisibles de la ausencia. Se escuchan a lo lejos cual coros fantasmas de la nada, o la voz que algún rapsoda dejó escapar en el espacio-tiempo de la escena. Errantes cantares del deseo que rompen el vacío con alas de hielo y de nostalgia. Sin un amor dónde llegar ni algún cantor despierto que interprete su elegía. Porque todos los juglares duermen esa noche de la vida. Al verlos nos parece que han muerto con una sonrisa esbozada en su máscara escénica. Pero no. Es que sueñan la vida. O quizá lo que les queda de la vida. Es decir, la vida de sus ilusiones. Igual a ti, cantora de cerúleos esteros de sal y lejanía, al mirarte allá tras el cristal de niebla de la multitud de espectros del deseo. Cercana y a la vez distante; mirándome y ausente ante el espejo fiel de la penumbra. Cuando también la muchedumbre de voces y promesas ha quedado lejos, cual deshojados versarios del destino. Entonces cobran vida los versos de hielo del lírico naufragio en la ventisca en fuga. En fuga, cual sonata del borrado ayer de la sensual cantora del espejo. La copla enamorada de aquella hermosa sílfide del viento. ¡Versos perdidos en la voz, rompen la ausencia y el silencio! Y vuelven a vivir, cual por encanto. Cuando la misma voz de la nostalgia dice todo. Aquello que borrara su eco en la memoria. Talvez porque a la vez lo ha dicho todo, al callar callando entre en el cristal. (Libros Balaguer: Librería UCA y La Ceiba).
Versos perdidos del silencio
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