En la “cumbre” de nuestra evolución nos encontramos ante el patético sadismo y mórbida adicción al dolor de nuestra civilización moderna. La imposibilidad de amar hace que el ser humano se entregue -hoy más que nunca- al castigo. (Esto dentro del campo clínico y espiritual). Siempre ha habido guerras, dice la tradición. La diferencia es que el poder destructivo de las mismas ha crecido de manera incalculable, amenazando no sólo la paz sino la vida en el planeta. De igual manera la historia confirma la inevitable caída de los imperios terrestres, sin importar el grado de poder que éstos ostenten. Ello asociado a la ley cósmica y natural de la Entropía que condena a todo lo existente a desaparecer. El hombre moderno justifica sus limpiezas raciales y masacres geodésicas, argumentando criterios “soberanos” y de derecho, cuando en realidad el trasfondo de sus guerras es la teoría de dominación, conquista y saqueo de valiosos recursos naturales, más que llevar fines humanísticos. El desmedido afán expansionista de riquezas y dominación conduce al ser ¿humano? -contradictoriamente- a su misma miseria espiritual. Esto lo demuestran imperios económicamente poderosos, pero moralmente miserables. “Si vis pacem para bellum” (Si quieres paz, prepárate para la guerra) -dice el axioma latino sobre el genocidio. El mismo que en la actualidad sería: “Si vis dominari para bellum” (Si quieres dominar, prepara guerras).
Sadismo genocida de la “civilización” moderna
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