“El que se convierte en una bestia se ahorra el esfuerzo de vivir como hombre” expresa S. Johnson. En un hospital de Boston, Massachusetts se realizó un parto más. Sin embargo, aquel parto sería diferente a los demás. El bebé llegó al mundo desde antiguas tormentas y naufragios de la estirpe de los antepasados como cualquier ser humano arribando a la vida. Acaso a conquistar el mundo, el amor, el poder, riquezas, planetas, ciudades, siluetas o quimeras a este ensueño de ciudades vacías. Sin embargo, cuando el recién nacido fue examinado por los presentes, comprobaron con asombro que éste había nacido con cola. ¡Una cola antropoide de varios centímetros de largo! ¿Reflejos de la bestia ancestral que fuimos? Según el médico que atendió el parto, el rabo del bebé representaba un retroceso milenario al remanente primitivo de la especie, cuando aún nacíamos con el apéndice caudal de la cola. Creemos que la Humanidad no sólo hereda rasgos físicos de sus antepasados sino también en el terreno moral e instintivo. Si no, veamos cómo -después de ascender a las estrellas en sus naves de luz- desciende al atardecer a los siniestros campos de guerra, hambre y exterminio. En sí, somos ese desconocido ser humano, heredando a la bestia desnuda de impiedad, razón e ilusiones. A veces enamorada, pariendo hijos con cola y afilados colmillos, en medio de un mundo cada vez más silencioso y animal. Allá donde sólo la luz y el milagro de amar nos vuelve humanos.
El bebé que nació con cola
.
