¡Pulcros pecadores! Sois como el fruto que luce limpio y sano por fuera, pero que al partirlo vemos un putrefacto nido de gusanos -nos dice el axioma y la vida. El reverendo Tony Kinsler, de Detroit, Michigan, creía que el bautismo debía realizarse por inmersión completa, basándose en textos bíblicos y raíces de la palabra “bautismo”, del griego “baptizein”, que significa “zambullirse, sumergirse, hundirse”. Su iglesia contaba con un grande y “flamante” baptisterio (pila bautismal, utilizado los domingos para nuevos profesantes de la fe, dentro del rito sagrado de iniciación. ¡Un ladrón desnudo en la pila bautismal!: Un domingo, el reverendo Kinsler llegó más temprano que de costumbre a su parroquia, encontrando nada menos que a un hombre completamente desnudo dentro del bautisterio. Al preguntar qué hacía en esas condiciones dentro de la tina bautismal, el intruso respondió serenamente: “Estoy lavando mis pecados”. El reverendo Kinsler advirtió que aquél acababa de robar el equipo electrónico de la iglesia, instrumentos musicales y la caja de ofrendas. En el mundo prolifera esta clase de personas, que se preocupan de lucir limpias y pulcras por fuera, sin importarles la inmundicia moral que llevan dentro. Vemos, por ejemplo, a relucientes hombres de Estado o de alto rango, que lucen pulcros ante el público y cámaras televisivas y luego lavan sus manos de hurtos, crímenes guerra o cruentas invasiones antes de comer o a firmar acuerdos y sofismas de Estado.
El agua no lava pecados ni errores
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