“Los que han olvidado el pasado, condenados están a repetirlo” -reza el adagio. Gustav Franz Wagner, de origen austriaco, poseía una hermosa granja en el estado de Sao Paulo, Brasil, donde había pretendido hacer nueva vida. Mas el “borrón y cuenta nueva” no siempre va con nuestro destino. No puede borrar el hombre lo que antes ha escrito en las páginas de su vida. El tiempo es una tinta indeleble que no puede borrarse. Sólo ignorarlo u olvidarlo. G.F. Wagner, escapaba de un oscuro pasado. Los lugareños sólo sabían que había llegado a vivir sus últimos años en la paz del campo con florecidos prados, mariposas, aves y gansos en la laguna, recreando con ello el Paraíso. Pero ¿Vivía realmente en paz y gozo espiritual aquel hombre extraño?Al parecer no. Un día al anochecer -cuando se encendían las estrellas- G.F. Wagner cogió un afilado puñal, hundiéndolo en su pecho. Asi murió este hombre, acusado de la muerte de 150,000 víctimas en el campo nazi de concentración de Sobidor, Polonia. Muchas veces tratando de olvidar el pasado lo revivimos. El mismo puñal de ayer se materializó en sus manos. Esta vez no para clavarlo en otros cuerpos, sino en el suyo propio. G.F. Wagner -el fugitivo de Sobidor- fue alcanzado por su propio destino. Tanto llegó a olvidarlo, que por ello volvió a repetirlo. La granja de Gustav Franz Wagner, es nuestro mismo mundo: un paraíso que estamos a punto de perder por olvidar el pasado inmisericorde que suele saldar sus culpas.
El fugitivo de Sobidor que olvidó el pasado
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