El Creador de las estrellas -según la cosmogonía sagrada- hizo de barro al hombre: "De barro eres y al barro volverás", sentenció a su estelar y frágil creación. Al paso de los siglos vio que los amantes -a pesar de unir sus cuerpos, almas y destinos- terminaban por separarse ya por desamor, traición o el fin de sus vidas. Pero el Mago de los universos quería inmortalizar el milagro de amar. No obstante, sus frágiles, vulnerables y vivientes esculturas de arcilla terminaban al fin de la historia diciendo adiós uno al otro, pese a la eternidad del Amor. “Sólo haciendo de bronce a los amantes -dijo conmovido- lograré que nunca se separen”. De tal manera que -fundiendo cobre, estaño, zinc, plomo, fósforo, aluminio, silicio y manganeso en el crisol- logró forjar a los amantes con bronce puro. El bronce es el único metal que sobrevive al tiempo y guarda las obras, mensajes y huellas de civilizaciones pasadas. En este caso, el amor inmortal. Mediante la técnica africana del fundido en “cera perdida” podremos rescatar lo olvidado, lo borrado, lo perdido o soñado tal vez. Como lo es el dorado sueño de amar. El mismo que a veces tarda en llegar o llega tarde. Pero siempre llega o vuelve en su gracia intemporal. Porque su viaje es circular como los sueños. Mas, cuando llega o se va, es en el mismo instante de la vida o de la vida de un instante.
Eternidad de los amantes
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