“Dime de dónde vienes, Mago del maizal que anuncias alboradas e hiciste realidad mis fantasías -preguntó la aldeana. ¿Desde dónde llegas tú y la felicidad?” “Vuelvo desde el eterno soñar –respondió aquel. Recuerda el divino adagio: Sueño eres y en sueño te convertirás. De pasto soy y al pasto volveré. Mi dicha dura lo mismo que la estrella fugaz. Un año en la llanura sin ti, para mí será un siglo más de espera y soledad. Allá al medio del valle, espanta florecidamente solo. Tú, la hermosa y yo la visión, separados como el sueño al despertar y la ilusión a la realidad. Dime adiós ahora, novia del surco. Deja que se esfume otra vez mi paraíso cuando te vayas.” Siempre fue la hermosa quien dijo adiós en cada vendimia, cuando se iba por la dorada llanura hacia su aldea. El muñeco de mimbre desapareció. Mientras tanto, más allá en las tierras altas, la gente encontró intrigada al espantapájaros, surgiendo en otros campos. “¿De dónde habrá llegado esta extraña criatura?” –preguntaban intrigados, viendo al pelele de palma. “Dicen que vino con el vendaval –decían algunos- y que –atemorizando a las aves rapaces- ha salvaguardado nuestra cosecha de maíz. Al parecer, el muñeco es de buen agüero. Lo trajo la providencia. Dejémosle reinar en la llanura. En muchas regiones acostumbran poner estas figuras en medio de los sembrados para salvar las cosechas y alejar infortunios.” Después los supersticiosos aldeanos le pusieron sombrero y un nuevo gabán, para que volviera a señorear en otros lejanos reinos de la ilusión. (XXXIX) De: “La Vida es Cuento” © C. Balaguer
¿De dónde vienes, felicidad?
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