Cierta vez fue un filósofo que buscaba la verdad quien pasó por el reino del Espanta sombras, buscando una respuesta. “Dime señor de los campos, si puedes informarme -dijo. Ando buscando la verdad. Me dijeron que en esta tierra podría encontrarla.” “¿Verdad?” -dijo irónicamente el espanta rayos de sol. “¿Quién te ha dicho que existe la verdad? En el reino de la luz no existe ni la verdad ni la mentira. Sólo el eterno sueño de la realidad. O lo que es lo mismo: la eterna realidad de tu sueño. Aunque buscaras la verdad, viviendo de la mentira ¿Cuándo habrías de encontrarla? No es el hombre quien busca a la verdad, sino la verdad es la que busca al hombre. Intérnate en los campos, hombre necio. Tú eres la única verdad” -concluyó.
De esa manera siguieron llegando a la comarca los buscadores de un mundo mejor. Un día de tantos se apareció un hombre, vistiendo capa y sombrero de copa. Dirigiéndose al espantajo de mimbre le dijo: “Príncipe de la siembra, celador del día y umbral del prodigio. Soy un mago fracasado. Ayer asombré a las multitudes con mi espectáculo. Pero llegó un momento que el mismo acto dejó de maravillar al público. Abandoné la escena. Desde entonces busco otra magia: la del eterno asombro. Me dijeron que en esta tierra maravillosa habría de encontrarla.” El Espanta estrellas respondió: “Puedes entrar, ilusionista que perdió sus ilusiones. En esta tierra de todo lo perdido hallarás la magia que nunca antes llegaste a conocer. Más que la magia de tus manos, habrás de realizar la magia de tu alma. Al sacar conejos, rosas y mujeres hermosas del aire, harás aparecer también tu propia felicidad.” (XXIV) De: “La Vida es Cuento” © C. Balaguer