En otra ocasión se apostó un desconocido viajero frente al celador de la llanura, sin pronunciar palabra alguna. Era un mudo. "Príncipe de palma –dijo a señas. Dame la voz que nunca tuve, las palabras de amor que nunca dije; las canciones hermosas que nunca entoné; las dulces promesas que jamás pronuncié; la verdad que tantas veces callé. Devuélveme la voz que una vez perdí, para decir mi nombre y el nombre de mis ilusiones. Hazme cantor del viento, como lo eres tú" -concluyó. "Puedes entrar hombre sin voz –dijo el espantador de ruiseñores. Nadie antes te ha escuchado porque no has hablado con el corazón. Cuando lo hagas, no necesitarás de palabras para decirlo todo. Bastará un gesto, una mirada, una lágrima, una caricia, un silencio, una sonrisa, un mirar al vacío, un decir `te amo´ sin decir, para que todos entiendan tus palabras. Antes de tus labios deja hablar a tu alma. Así conversarás con la vida y volverás a decir el nombre de tus dulces imposibles." El hombre sin verbo se sumergió en la espesura, diciendo a los cuatro vientos el nombre de lo que más amaba. En aquel reino remoto donde el viento enseñaba a cantar a los espantapájaros, a los bosques de bambú y a aquellos que habían olvidado su nombre, el de todo lo amado o quizá olvidado. "¿Quién canta al fondo de la llanura?" - preguntaban los labriegos. "No sabemos aún -se respondían. Pero es el cantar más sublime que hemos escuchado vagar en el silencio." "Es el cantar de un corazón, que nunca había pronunciado la felicidad" -respondió el mismo ventarrón viajero. (XXII) De: "La Vida es Cuento" © C. Balaguer
Cantar del viajero sin voz
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