Un día luminoso llegó a las puertas de aquel paraíso perdido una hermosa dama, rompiendo las hojas de un calendario. “¿Por qué rompes el lunario de papel, mujer que llegas hasta el umbral del reino del imposible?” -preguntó el espanta anuarios. “Busco la eterna juventud -respondió aquella. No quiero que el tiempo arrebate la gracia y esplendor de mi rostro y hermosura.” “La juventud es sueño, perfume, lozanía, fulgor y fugaz vanidad, porque -al igual que todo- ha de pasar” –respondió el fantasma de paja a la diva que ansiaba la eterna mocedad. “Entra al reino de la sempiterna lozanía y encontrarás la desconocida e interior frescura y belleza de tu ser. Recuerda que es tu alma la que debe permanecer joven” -replicó el celador del eterno amanecer. Luego agregó: “Al igual que pasa el florecer de la llanura, así la vida y la hermosura. No obstante, el llano vuelve a cubrirse de rosas, margaritas y campánulas en el nuevo amanecer. Vuelve tú, por igual, a renacer a la vida en cada nueva y temprana aurora. Y ello será posible si tu alma se vuelve rosal y pradera.” Así la cortesana se perdió entre los campos de la perpetua mocedad. “Antes que nada, debes buscar tu paraíso interior” -aconsejaba el espantajo de hierba a los errantes viajeros. “Allá al fondo de tu ser, donde no existe el ayer, presente ni mañana, sino el eterno instante de tu anhelo. Sólo cruzando los muros invisibles de ti mismo, lograrás llegar a él.” (XXIII) De: “La Vida es Cuento” © C. Balaguer
La bella y la eterna juventud
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