“Su nombre es sueño –dijo la aldeana, respecto al mágico espantapájaros. Éstos se desvanecen al despertar. Si el espanta canarios vuelve a ser derribado al final de la cosecha volverá a morir mi anhelo.” Entonces, llevando un brebaje mágico, fue hasta él. “Echaré en tu cabeza parte de este elixir y beberé el resto –dijo. Con esta infusión maravillosa hemos de dormir para soñar eternamente nuestra felicidad.” Entonces quedaron profundamente dormidos, convirtiéndose en un mismo soñar, del cual no hubieran querido nunca despertar. El resultado fue que toda la comarca cayó bajo el embrujo del elixir de la aldeana. Y todos en aquella región del imposible empezaron a soñar dichosa y eternamente la vida. Es por ello que -si quieres llegar a esa tierra lejana de la alegría- debes primero atravesar la puerta secreta de los sueños para volver realidad tu anhelo. Mismo que intentarás seguir viviendo al despertar. Cuando vivas el sueño de la vida y sueñes la vida de un sueño. Así es la historia de aquellos que se fueron en busca de otras lunas, dejando atrás el gran incendio, que dejara hecho cenizas al muñeco de palma de la felicidad. Sólo amando podrían volver al paraíso. Y pobre de aquellos que se negaron a sí mismos su dulzura: los insomnes, sin anhelos ni optimismo. Aquellos sin un mundo nuevo que buscar más allá de las colinas, como lo era la distante tierra del mágico espanta estrellas. Allá hacia donde iremos -tarde o temprano- tras de lo que acaso nunca pudo ser… (XVII) De: “La Vida es Cuento” © C. Balaguer.
La puerta secreta de los sueños
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