“¿Por qué callas guardián de la milpa? –preguntó la joven y sensual labriega ante aquel silencio de palma. ¿Acaso porque nuestro romance tiene la misma edad de un imposible y al final de la cosecha tendremos que decirnos adiós? Además de no saber si volveremos a vernos el otro año, cuando los plantadores te vuelvan a levantar en los sembrados para asustar a los pájaros y enamorarte de imposibles. Sin saber si entonces tendrás el mismo sombrero de palma, las mismas ropas, la misma estrella en tu mirar lejano.”
Bajo un sol abrasador la enamorada campesina se abrazó al fantoche al medio del llano y las mariposas. Como abrazándose a su propia alma, que también era de miel y hierba seca. Después cerró sus ojos para ver su felicidad.
Los labriegos vieron a la joven hablar y abrazarse al espantapájaros y así corrió el rumor que el espantajo andaba en amores con la hermosa lugareña. O en todo caso que ella estaba loca. Talvez de amor o de algo parecido.
“Mi rey –dijo el informante. El espantapájaros seduce a la aldeana que pretendes. Debes saber que andan en amoríos. Además de consentir a los cuervos y palomas en el sembradío te está robando la mujer de tus sueños…”
El rey envió furioso a varios mozos para derribar nuevamente al espantajo. Un tordo amigo fue a avisarle a la bella que iban a despedazarlo. Pero cuando llegó hasta él ya lo habían derribado. La aldeana lloró sobre los restos dispersos del soñador. Entonces la urraca bulliciosa le aconsejó: “Si unes sus partes y le vuelves a armar, el espantajo volverá a vivir. Aunque sea en tu corazón.” (VII) De: “La Vida es Cuento” © C. Balaguer