“La Felicidad es Cuento” narra la leyenda del Espantapájaros sin paraíso. Trata de los buscadores de la felicidad que llegan hasta el “reino del eterno verdor” cuyo umbral o entrada está custodiado por un espantapájaros agorero y cantor que -impide o deja entrar al imaginario paraíso- a los caminantes que buscan resolver el enigma de su felicidad.
El espantapájaros es una de las figuras más comunes del paisaje rural en todo el mundo. Simulan la forma humana y son vestidos con trapos viejos, siendo utilizados para ahuyentar de los cultivos a las aves granívoras. Se sabe que los primeros espantapájaros en la historia fueron colocados por los egipcios a lo largo del río Nilo a fin de proteger los campos de trigo de las bandadas de codornices. Egipcios que –entre otras cosas—dejaron la escritura jeroglífica, las pirámides, las momias, el papiro y en cuenta a los emblemáticos espantapájaros.
Este fetiche tradicional de los cultivos guarda en sí la magia ancestral de los labriegos, considerado en cierta forma como una figura mágica y de buena suerte. El espantapájaros de mi historia lo conocí cuando yo –de niño—lo encontré en los maizales de una finca de mi abuelo y descubrí que tenía vida. De mayor le volví a encontrar cuando yo –como muchos—andaba en busca del siempre imaginario paraíso de la felicidad. La misma que dura lo mismo que un cuento. (Prólogo de: “La Vida es Cuento” © C. Balaguer