A través de su natural desarrollo intelectivo el ser humano ha desarrollado diversos sentidos, como lo es el defensivo. Anterior a ello, algunos prehistóricos insectos segregan ciertas substancias para huir de sus depredadores o para envolver a sus víctimas. El pulpo -por ejemplo- segrega en su ambiente marino la oscura tinta que cubre su retirada en el agua a fin de escapar del peligro. Pienso en el espía o ladrón atrapados en aquella “espuma de alarma” a base de jabón, creada en laboratorios como arma defensiva. El invasor habría quedado confundido, inmovilizado de pies y manos sin poder encontrar la salida de tal espumosa trampa. De la misma manera -decíamos- que muchos quedamos en la vida, prisioneros de nuestras mismas "pompas de jabón” de confusión, envueltos de manera similar en una nube de aturdimiento que muchas veces nos anula el tino y nos impide encontrar la salida y solución a nuestros problemas o ideales. Toda prisión, muro u obstáculo tiene una salida. Como ocurre en la vida natural, cada quien tiene que cruzar esas murallas -muchas veces imaginarias- a fin de lograr la fuga o conquistar sus proyectos o anhelos.
El espía atrapado en la espuma de jabón (y II)
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